El Enojo del León
Kairon estaba acostado en la gran cama de la habitación de la Emperatriz mirando de costado a Yaina con el codo apoyado en las almohadas descansando la cabeza en la mano. Tenía el torso desnudo con las mantas hasta la cintura.
Después de la discusión con Saros en el balcón, Kairon llevó a su esposa al dormitorio y le hizo el amor como reforzando su propiedad. No dejó que Ducalyon interviniera o lo detuviera debido a su rudeza.
Yaina estaba de espaldas a él cubierta con las mantas hasta el cuello. No quería llorar, sólo esperaba que Kairon se durmiera para ver a Cal. La actitud de Kairon la desconcertaba. No estaba haciendo nada malo y se esforzaba en lo que se le pedía ¿Por qué estaba tan molesto?
- Arak me dijo que te escapaste otra vez - le dijo serio.
- Técnicamente caminé más rápido que el - se defendió Yaina con voz controlada.
- Congelarlo no cuenta como caminar más rápido - dijo molesto.
- Solo quería ver la ciudad – reconoció - Estoy en el Palacio todo el día.
- Y si pudiste salir con la doncella ¿Por qué no puedes salir con tu escolta?
- Es sir Arak, el comandante de los caballeros imperiales. Para la gente es una celebridad. No podría haber visto nada si era reconocido - contestó con entornando los ojos lo que hizo sonreír a Kairon - Deberías saberlo. Por eso lo asignaste a mi.
- El intercambiar escoltas fue idea de ambos. Un mago, un caballero - aclaró Kairon - Si algo nos sucede, el otro puede llegar a donde está.
Yaina suspiró, tenía razón. Había sido un acuerdo de ambos en Odea durante el enfrentamiento con el Sarlack.
- Sé que disfrutas ver a la gente, pero aún no estás familiarizada con el imperio - continuó Kairon viendo como la joven giraba para verlo sorprendida.
- Vine muchas veces con padre - refutó - y tuve varias misiones aquí con los caballeros y los magos. Lo conozco mejor de lo que crees.
Kairon contuvo el aliento; esa parte de ella era un misterio aún para él, pero el tiempo en que estuvieron en la avanzada pudo ver lo buena que era con la magia defensiva y ofensiva y que tenía entrenamiento para pelear mano a mano gracias al entrenamiento de su familia. Se había enfrentado al Sarlack ella misma y lo había matado. Podía cuidarse, pero él tenía miedo de perderla. Aún recordaba cuando despertó después de ser herido por el Sarlack con ella a su lado con el hombro perforado, muy malherida sostenida por la magia de Jaim por su núcleo dañado y que casi había muerto.
- Sabes que me preocupa tu seguridad - dijo con honestidad - Por favor deja que Arak te acompañe. Él seguirá tus instrucciones si es que debe cuidarse de que no lo reconozcan.
- Lo intentaré… - le dijo con cuidado girando la cabeza para evitar su mirada.
- Yaina…
- Lo intentaré - repitió tajante - Soy un mago, no un caballero. Necesitamos más espacio. No puedes tenerme encerrada todo el tiempo.
Kairon gruñó frente al argumento palmeando su cadera.
- Duérmete...Mañana tengo trabajo temprano - le ordenó para después acercarla a su pecho y al poco tiempo ya estaba dormido.
La joven suspiró adolorida. Estaba muy incómoda. El comportamiento de Kairon en la cama se había vuelto brusco.
- Compañera... - La voz de Cal se escuchó cerca de su oído - ¿Te duele? - Yaina asintió en silencio sin volverse para no llorar - ¿Quieres darte un baño? Puedo preparar uno para que te relajes.
- Me gustaría... - murmuró.
Ducalyon se levantó de la cama utilizando el cuerpo de Kairon y se puso unos pantalones de pijama para luego ir al baño por unos minutos. Una vez que tuvo listo todo, regresó por Yaina y la levantó en sus brazos al estilo nupcial llevándola al baño donde la tina ya estaba preparada. El león la bajó con delicadeza y la ayudó a entrar al agua y se preocupó cuando la vio hacer una mueca de dolor.
Ducalyon reconocía que era brusco y rudo al momento de la intimidad, pero era cuidadoso de preparar a su compañera antes de entrar en ella ya que era importante que sintiera tanto placer como el mismo. Incluso estaba consciente que Kairon era aún más cuidadoso por la fuerza que el espíritu en su cuerpo le daba y lo delicada que era Yaina con su piel blanca y cuerpo delgado. No entendía por qué no estaba controlando su fuerza, por qué estaba tan enojado todo el tiempo cuando veía a Yaina.
El león, se metió en el agua después de desnudarse para sentarse tras la joven y la hizo apoyar su espalda contra su pecho.
- Cierra los ojos- le pidió tomando un paño para limpiar su cuerpo - Yo te limpiaré. Sólo descansa...
- Gracias, Cal - le dijo casi en un murmullo dejándose hacer.
- ¿Te divertiste en la cuidad? - le preguntó besando en lo alto de la cabeza disfrutando el aroma que desprendía.
- Si, - expresó Yaina acurrucándose adormilada por las estelas que Ducalyon liberó y que comenzaron a rodearla - Estaba muy animado. Comimos y vimos espectáculos.
- Oh, vaya - le dijo - Aquí no hay tanta variedad de dulces como en Odea.
- Probé algo salado - se estremeció al recordar haciendo reír a Ducalyon - ¡Muuuy picante! Lucy me regañó.
- ¿Tuviste problemas para entrar de nuevo al palacio?
- No, pero cuando estábamos en las puertas me encontré con un noble.
- ¿Un noble? - preguntó sorprendido.
- Si, - dijo que se había perdido.
- Es raro - dijo Cal pensativo - Los jardines laterales de los palacios del león y de los Lirios están restringidas y claramente señalizadas ya que están las entradas privadas. Estas solo las pueden usar los miembros de la familia imperial - la miró - ¿Puedes describirlo?
- Alto, parecía tener formación como caballero por su postura, llevaba ropa cara, cabello n***o, ojos dorados como los tuyos
- ¿Ojos dorados? – Ducalyon se movió inquieto.
- Si. No tan hermosos e intensos como los tuyos, pero si.
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