Encuentro con Saros
Saros Peck, Duque de Ganhé y primo del Emperador caminaba furioso por el pasillo lateral hacia el exterior del palacio principal.
Necesitaba respirar o comenzaría una pelea en el Salón del Consejo. Había sido regañado por su primo por no asistir a la coronación y aparecer dos días después como si nada hubiese pasado.
De nada sirvieron las explicaciones sobre la emergencia en las minas de piedras mágicas que habían sido dañadas por el exceso de lluvias. No iba a dejar a la gente de su territorio en peligro por venir a una ceremonia de etiqueta.
Para el joven Duque, sus vasallos eran prioridad considerando que su territorio era uno de los más difíciles de cuidar al estar compuesto principalmente por minas y montañas. Si bien era un lugar hermoso en toda estación, no era un lugar fácil para vivir debido a lo escarpado del territorio.
Su padre, el anterior Archiduque había intentado hacer caminos, pero su comodidad y pereza no habían ayudado a lograrlo. Saros había continuado su labor cuando asumió el ducado a la edad de catorce años cuando su padre murió en un accidente en su carruaje. Ahora a los veintiséis, se había ganado el respeto de su gente y los caballeros negros a los que comandaba.
La reunión había comenzado con las propuestas de los nobles, las que Kairon cuestionó y eso no cayó bien a los viejos nobles acostumbrados a la gestión de Darion. Si bien, los cuestionamientos no eran descabellados, hicieron ver que el nuevo emperador sólo ponía trabas a los proyectos.
Había sido una reunión desastrosa por no decirlo menos. Kairon se había opuesto firmemente a las propuestas del consejo cuando no pudieron darle fundamentos sobre sus dudas y posteriormente, los nobles se enfocaron en destruir cualquier ventaja o sugerencia que les presentaba el emperador. Era una discusión de nunca acabar y eso frustró a Saros
- ¡Demonios! - dijo molesto mientras se sentaba en un banco cercano a los jardines del palacio del León el que se ubicaba a la izquierda del palacio principal.
Trató de relajarse, pero estaba cada vez más molesto con su primo por lo que siguió caminando hasta que unas risas cercanas lo distrajeron. No era común oír risas y conversaciones animadas en las áreas públicas de la ciudadela imperial debido a la etiqueta estricta que regulaba la interacción social y esas risas lo descolocaron.
En general, las expresiones emocionales, independiente de si eran positivas o negativas, según la etiqueta del imperio, solo se dejaban para la privacidad de los hogares. Las expresiones de dichas emociones en espacios públicos se moderaban en pos de la elegancia y comportamiento social. La educación de esos protocolos comenzaba a una edad temprana tanto en niños como niñas, reforzado en las interacciones sociales de los nobles desde pequeños.
Saros, curioso, caminó por el sendero lateral que conducía a la entrada privada del palacio del león, la que estaba rodeada de arbustos y flores finamente mantenidas. Era una entrada más discreta para que la familia imperial no tuviera que salir por las grandes puertas cada vez que querían ir al jardín o a los establos. Cada vez más interesado, avanzó hacia las voces, pero se detuvo cuando vio a dos jóvenes corriendo hacia una banca bajo un árbol cercano. Iban cubiertas con capas con capucha, pero claramente se podía identificar a una noble y su doncella.
Cuando las jóvenes llegaron a la banca, la joven se sacó la capa y la dejó caer en la banca antes de sentarse.
- No debe correr así, maestra - le dijo la doncella doblando la capa con cuidado - Podría lastimarse y el maestro me regañará.
- Oh, vamos Lucy - le dijo la joven sonriendo - fue divertido ir a la ciudad
- Fue sin escolta, mi señora, - escuchó decir a la doncella - el maestro se enojará
- Nadie notará que salimos, - dijo la joven disfrutando de los rayos de sol que se filtraban entre las ramas del árbol sobre ella - Los embajadores y nobles extranjeros se están preparando para el baile de esta noche. Hay mucha gente en el palacio.
- Usted debería estar haciendo lo mismo, maestra.
- No pude ver las celebraciones en la ciudad por la coronación. Había un festival - le dijo Yaina desalentada - Por lo menos quería ver a la gente.
- Sé que le gusta salir, mi señora, pero no conocemos el lugar aún. Puede ser peligroso.
- Sabes que puedo defenderme - dijo la joven confiada.
La doncella suspiró y dejó de discutir al tiempo que se sacaba su propia capa y la doblaba con cuidado. Era inútil refutar eso considerando que su maestra era la maga más fuerte de la torre de magia
- Iré por un poco de jugo de frutas al palacio del león - le dijo tomando las ropas dobladas - No se mueva de aquí.
- ¿Crees que me iré? - le preguntó la joven, inocente.
- Señorita, - dijo la doncella con una mueca - La he servido desde que cumplió catorce años. No puede engañarme - La frase hizo que la joven riera divertida.
- Tienes un buen punto - le dijo Yaina levantando la mano poniéndola en el pecho como si fuera un juramento - Prometo que no me iré.
- Si no la encuentro aquí cuando regrese, no le traeré sus postres favoritos en la cena - advirtió Lucy seria, pero sonriendo.
- ¡Noooo! - gimió la joven fingiendo estar asustada, pero luego se rio - Lo prometo, de verdad.
- Bien -le dijo la joven doncella entrando al palacio.
Saros se movió para verla más de cerca haciendo ruido con las ramas de un arbusto a su lado por lo que la joven se volteó en su dirección.
- ¿Quién es usted? - le escuchó preguntar en voz alta en alerta - Muéstrese.
Era consciente de que la joven era extranjera por su actitud y acento, pero estaba seguro de haberla visto antes, pero no recordaba donde. Vestía con sencillez y no podía decir si era un noble invitado o parte de la comitiva de los embajadores. Como no estaba de humor para conversaciones tediosas decidió no revelar su identidad
- Soy un noble, mi señora. - dijo acercándose a ella e inclinándose respetuosamente - Estaba en el jardín y me perdí. No suelo venir a la capital muy seguido. Siento haberle asustado.
- No se preocupe - dijo la joven sin levantarse de la banca sorprendiéndole ya que esperaba que lo reconociera y se levantara para un saludo formal.
Yaina lo miró y luego sonrió. Esos ojos dorados eran de la familia imperial. Era el archiduque Ganhé, pero él pareció no reconocerla y lo tomó como una ventaja.
- He estado caminando mucho hoy. Me disculpo por no levantarme, milord. - le dijo alisando su falda. Usaba un vestido sencillo sin accesorios o broches - Yo también soy nueva en el palacio por lo que no podré darle buenas indicaciones.
- No se preocupe, Milady. Lo entiendo. - le sonrió Saros a su vez - ¿Vino a la coronación?
- Se puede decir que si, acompañé a mi esposo. - dijo suspirando divertida. Si que había estado ahí. Era la nueva Emperatriz - Era obligatoria su asistencia.
- ¿Y qué le ha parecido el Imperio, mi señora? - preguntó con curiosidad - Veo que ha salido de paseo.
- Ya había venido antes de paseo con mi familia. - le dijo Yaina pensando en que era muy observador al analizar sus ropas y debe haber visto a Lucy y a ella cuando llegaron - Pero ahora viviremos aquí por el trabajo de mi esposo.
- ¿Su esposo trabajará en el palacio? - le preguntó.
- Si. - le dijo mirando sus manos sobre su regazo fingiendo timidez - Su padre se jubiló y mi esposo asumió su puesto.
La joven miró al noble de reojo estudiando sus facciones y gestos. El Archiduque que recordaba debía haber tenido unos veinte años y parecía educado y atento. Ahora, se veía más maduro y fuerte, tenía un aura que imponía su presencia. Cualquiera que lo viera podría asumir que era un noble de alto rango por su confianza y postura, pero no se había identificado con ella a propósito por lo que era obvio que quería ocultar su identidad. Tenía el cabello oscuro, pero los ojos dorados como Kairon, era alto y fuerte por lo que debía tener entrenamiento de esgrima o incluso hasta ser caballero. Había escuchado a Jaim y a Mark hablar sobre los caballeros del ducado Ganhé y que se estaban haciendo fuertes con la ayuda de su comandante.
Un noble cualquiera no se hubiese acercado al jardín privado del palacio del león a menos que conociera muy bien el lugar ya que estaban cerca de la entrada privada de la familia imperial. Tampoco se hubiese acercado a una dama que estaba sola sólo con su doncella a menos que se sintiera cómodo en el lugar y cerca de la familia imperial. Nadie se arriesgaría a meterse en problemas con una invitada en el palacio.
"Debe habernos visto llegar," pensó Yaina en alerta. No debe haberme reconocido o habría alertado a los caballeros imperiales o al mismo emperador. Debía haber cambiado en estos 6 años supuso divertida.
- ¡Señorita! - escuchó el grito de Lucy quien se acercó a ella y se paró entre los dos enfrentando al hombre con el ceño fruncido quien la miró divertido ¿Una pequeña doncella iba a detenerlo si hubiese querido hacerle daño a su maestra?
- Todo está bien, Lucy - le dijo incorporándose para tranquilizarla - Es un noble de las afueras. Se perdió. Sólo me estaba haciendo compañía mientras te esperaba
- Pero señorita - comenzó - El maestro...
- No te preocupes tanto por el maestro. No he hecho nada malo y el caballero tampoco. Estuvimos siempre a la vista y a distancia ¿No es cierto, milord?
- Así es, Milady - le dijo - Merece todo mi respeto. Sólo estaba pidiendo indicaciones.
- Vamos adentro - le dijo Yaina a Lucy mientras se arreglaba el vestido - Estoy cansada y debo prepararme para el baile.
La joven se giró hacia el joven noble y se inclinó respetuosamente a la usanza de Odea.
- Mi doncella ha regresado, milord. Me retiraré primero. Gracias por la conversación.
- Gracias a usted, Milady - le dijo inclinándose a su vez - Espero verla de nuevo y conocer a su esposo. Yo también asistiré al baile
- Creo que se sorprenderá. - le dijo soltando una risita al pensar que su esposo era el Emperador y su primo haciendo que Saros la mirara sorprendido
- Buen regreso, Milady - le dijo antes de verla caminar hacia las puertas del palacio seguida de la doncella. - Qué mujer tan extraña - murmuró caminando de vuelta al palacio principal - Es interesante.
Cuando ingresó al salón del consejo y la discusión seguía en auge, suspiró desalentado al sentarse en su asiento cercano a Kairon como el noble de mayor rango en la mesa, pero el recuerdo de la joven señora lo hizo sonreír. Ojalá estos viejos zorros fuesen tan prácticos y simples como ella, quien incluso pudo tranquilizar a su doncella con su propia actitud frente a las aprehensiones de su esposo, quien debía ser un viejo noble celoso y posesivo.
Su carácter le dio curiosidad.
Esperaba verla esta noche y conversar un poco más.
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