POV. CHARLIE.
Me dieron el alta la mañana siguiente, el doctor me informo que en la tarde o al día siguiente me darían los resultados, porque la chica que hace los análisis estaba enferma y como mi cuerpo se veía mejor y estaba mejor, lo más recomendable era regresar a casa.
La tarde era fría y melancólica cuando Amelia llegó al castillo. La esperaba con una mirada cargada de preocupación, aunque intentaba disimularlo tras una sonrisa cálida.
—¿Cómo estás? —preguntó mientras me ofrecía una pequeña caja de pastelillos que sabía eran mis favoritos.
—Mejor —mentí, forzando una sonrisa mientras la invitaba a entrar. Amelia se acomodó en uno de los sillones junto a la chimenea encendida y parecía realmente hipnotizada con la grandeza y elegancia del lugar. No podía culparla, ambas veníamos de abajo y poco conocíamos de lujos.
—Tía Miri ha mejorado bastante —dijo con alivio en su voz—. Los médicos dicen que pronto podrá caminar sin ayuda, pero...
—¿Pero qué? —La miré, mi paciencia cada vez más corta últimamente.
—No sé cómo manejar la casa nueva, Charlie. Es tan grande y vacía... me siento sola allí.
Quise consolarla, pero mis emociones estaban enredadas como un ovillo desordenado. El pensamiento de Damián y Lizeth juntos, paseando por el castillo como si yo no existiera, me llenaba de furia y dolor.
—¿Puedo quedarme contigo? —le ofrecí impulsivamente. La idea de tenerla cerca me aliviaba un poco.
Amelia me miró sorprendida.
—¿Estás segura? No quiero ser una carga... Y el Rey y tú... —Solo pensar en Damián me ponía triste y enferma.
—No lo serás. No soporto más este lugar vacío, y tú tampoco deberías estar sola.
Amelia asintió después de un momento, y por primera vez en días sentí una chispa de alivio. Quizá, juntas, podríamos soportar el peso de todo esto.
POV. DAMIÁN
El eco de sus pasos se había convertido en un recuerdo que me perseguía día y noche.
Desde que Charlie se fue, el castillo parecía un lugar inhóspito y sombrío, como si su ausencia hubiera drenado toda la vida de sus paredes. Lo que era realmente extraño de explicar, pues siempre fue un lugar solitario y algo oscuro, pero ahora simplemente lo parecía más.
Dormir se había vuelto imposible. Mi cuerpo se agitaba con una rabia incontrolable cada vez que recordaba su mirada al irse, sus palabras llenas de desprecio. Y el vació en mi cama se sentía enorme, algo que tampoco nunca me había pasado, a pesar de haber dormido siempre solo.
Lizeth intentaba estar siempre cerca, con su risa falsa y sus intentos de seducción, pero con solo su olor me enfermaba. Era un recordatorio constante de todo lo que había salido mal, de mi incapacidad para mantener a Charlie aquí.
—¡Maldita sea! —gruñí, lanzando un vaso contra la pared. Los fragmentos cayeron al suelo como mi paciencia: rota e inútil.
Ethan entró al despacho con cuidado, como si temiera cruzar un campo minado.
—Alfa, la manada está preocupada. Necesitan verte en control. Es la primera vez que tú...
—¿Y qué esperas que haga? —espeté. Mi voz era un filo afilado de frustración. Sabía que si encontraba a mi compañera esto iba a pasar y sabía también que debí rechazarla desde el principio.
—Encuentra a Charlie. Eso calmará a todos... Y a ti mismo.
El nombre de ella era como un golpe directo al pecho.
¿Dónde estaba? ¿Por qué no podía localizarla? Cada rincón del castillo olía a su ausencia, y cada vez que cerraba los ojos, la imaginaba con otro, sonriendo como nunca lo había hecho conmigo.
—No sé dónde está.
—¿La buscaste en la casa que se le asigno a Amelia y a la señora Miri? —Ethan sugirió con cautela.
Negué con la cabeza. Mi orgullo me impedía hacerlo.
—Hazlo —insistió—. Porque mientras no lo hagas, seguirás destruyendo todo a tu paso, y con ello, a la manada. Eres un Rey, no solo esta manada depende de ti.
El gruñido bajo que brotó de mi garganta fue la única respuesta que recibió. Pero, en el fondo, sabía que tenía razón. Charlie era la clave de todo, y hasta que no la encontrara, no habría paz para nadie.
Ni siquiera para mí.
No podía descarrilarme justo ahora que parecía poder ver la luz al final de túnel, tenía que encontrar a Charlie, hacerme más fuerte y llevar mis planes a cabo.
POV. CHARLIE
Tan pronto como Amelia me asigno una habitación yo desempaque mis pocas pertenencias esa misma noche, y la nueva situación cobró algo de vida con su presencia. Sin embargo, el alivio fue efímero. El enojo en mi pecho seguía latiendo cada vez que pensaba en Damián y Lizeth juntos.
—¿Estás bien? —preguntó Amelia mientras organizaba la cocina.
—Sí —respondí sin mirarla, mis manos temblando ligeramente al fregar un plato.
—Charlie... si necesitas hablar de algo, estoy aquí.
La miré por un momento, sus ojos sinceros y llenos de preocupación. Quise abrirme, decirle cuánto me dolía verlo con Lizeth, pero no tenía sentido. La decisión de alejarme había sido mía, y aunque me lastimara, no podía volver atrás.
—Estoy bien, Ame. Gracias.
Ella asintió, aunque no parecía convencida.
Por la noche, me acosté con la esperanza de encontrar algo de descanso, pero los sueños volvieron. Esta vez, la Diosa Luna no estaba ahí para consolarme; solo había una sensación de pérdida y vacío que no podía ignorar.
POV. DAMIÁN
Ethan estaba en lo cierto. Había pasado días evitando enfrentar mi propio caos, pero sabía que no podía continuar así. La manada necesitaba un líder, y yo necesitaba encontrar a Charlie.
Decidí buscarla al amanecer. Mientras cruzaba los terrenos del castillo, Lizeth apareció en mi camino, con su sonrisa calculada y su mirada hambrienta.
—¿A dónde vas tan temprano? —preguntó, intentando sonar casual, pero su tono destilaba celos.
—No es asunto tuyo.
Su sonrisa se desvaneció, y por un momento pensé que discutiría, pero se limitó a dar un paso atrás y dejarme pasar.
El viaje hasta la casa de paso fue rápido, pero el camino pareció eterno. Cuando llegué, la casa estaba vacía. Golpeé la puerta repetidamente, pero no hubo respuesta.
—¿Dónde estás? —murmuré, mi frustración creciendo con cada segundo que pasaba.
Volví al castillo con el pecho pesado. No podía quedarme de brazos cruzados. Si Ethan no tenía noticias pronto, yo mismo lideraría la búsqueda.
POV. CHARLIE
Al día siguiente, Amelia y yo decidimos salir a comprar algunas cosas para la casa. El mercado de la manada estaba animado, pero sentí miradas que no podía ignorar. Aunque intentaba mantenerme tranquila, el peso de los rumores y los susurros era evidente.
—Charlie... —Amelia comenzó, pero se detuvo al ver mi expresión.
—No te preocupes —le aseguré—. Estoy acostumbrada a esto.
Ambas somos renegadas, rechazadas, sin familia, huérfanas.
Ella tomó mi mano y me dio un apretón reconfortante. Agradecí su apoyo en silencio.
Al regresar a casa, encontré una nota en la puerta. La caligrafía era inconfundible: Damián.
La tomé con manos temblorosas, dudando si abrirla o no. Finalmente, rasgué el sobre y leí las palabras que había escrito.
"Charlie, necesito hablar contigo. Por favor, dime dónde estás. Esto no puede seguir así. —D."
Mi pecho se llenó de emociones conflictivas: rabia, tristeza, y algo más que no quería nombrar.
Ilusión.
—¿Qué dice? —preguntó Amelia al ver mi expresión.
—Nada importante —mentí, metiendo la carta en el bolsillo.
Pero esa noche, mientras intentaba dormir, las palabras de Damián resonaban en mi mente. No podía ignorarlo para siempre. La pregunta era: ¿estaba lista para enfrentar lo que sea que tuviera que decirme?
Finalmente para él, yo no era más que una herramienta para ser el mejor Rey Alfa que podía ser.
* * * FLASHBACK...
—¿A dónde vas? —mis ojos se cruzaron con los de Damián en el pasillo de entrada del castillo.
Estaba sudado, empapado, su camiseta blanca se pegaba a su pecho y abdomen marcado, llevaba una pantaloneta corta y una toalla con la que se limpiaba ese perfecto rostro.
—A casa.
—Estás en casa.
—Tú casa.
—No necesitas más, eres mi compañera, así que aquí esta tu lugar —sus palabras eran duras, pero su mirada parecía estar cargada de miedo.
—Te prometí no ser un estorbo, así que lo mejor es que me vaya y te deje... Ser.
—Charlie, cuando la manada se entere que eres mi compañera y que vivimos lejos, eso no...
—Tal vez cuando se enteren, yo ya no seré más tu compañera —susurre mirándolo directamente a los ojos.
Solté mi brazo con brusquedad de su apretado agarre y me aleje de él para emprender el camino con Amelia a mi lado.
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