POV. CHARLIE
Los días siguientes fueron una tormenta de emociones. Mi cuerpo no era el mismo, y las náuseas matutinas habían sido la primera señal. El médico confirmó mis sospechas: estaba embarazada.
El Rey Alfa Damián, mi compañero destinado, era el padre.
La noticia me dejó helada. Aunque había imaginado muchas posibilidades sobre mi futuro, un hijo nunca había sido parte de ellas, al menos no tan pronto y mucho menos en estas circunstancias.
Amelia fue la primera en saberlo.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó mientras tomaba mis manos entre las suyas, con sus ojos llenos de preocupación.
—No lo sé —admití con la voz temblorosa—. Pero tengo que decírselo.
Amelia asintió, aunque su mirada mostraba duda.
Esa noche, después de darle vueltas al asunto, decidí enfrentar a Damián. Quizá este bebé podría ser el inicio de algo nuevo, algo que nos obligara a dejar atrás el odio, el orgullo, y las heridas.
Era una posición muy ilusa de mi parte y más, teniendo en cuenta que Lizeth parecía una lapa pegada a cada paso que Damián daba.
Con determinación, tomé un abrigo y me dirigí al castillo. La luna llena iluminaba mi camino, como si la Diosa Luna me estuviera guiando hacia él. Y le sonreí, porque además estaba recordando las palabras de mi padre en aquel sueño que se volvió pesadilla.
"La diosa Luna, nunca pondrá en tus manos una tarea que no puedas hacer".
Cuando llegué, el castillo parecía quieto, con un silencio que contrastaba con el caos de mis emociones. Caminé hasta el despacho de Damián, donde sabía, por lo que me había contado Nina y lo que decían los omegas, solía pasar la mayor parte de su tiempo.
Al abrir la puerta, lo que vi me dejó sin aliento.
Debí haberlo sabido desde el principio, pero la insistencia de Nina porque hablará y sus palabras inteligentes me convencieron.
* * * FLASHBAKC * * *
—¿Cómo te sientes? —pregunto Nina al otro lado del teléfono.
—No muy bien.
—Sigo haciendo los preparativos para la ceremonia de La Luna y de apareamiento.
—Nina yo no creo que eso sea lo adecuado.
—Son ordenes del Rey, el insiste.
—Me voy a ir y lo voy a rechazar, estoy segura que lo que sea que Lizeth le haya dicho...
—Ella no le ha dicho nada, sigue intentando encontrar el momento para lanzar sus dientes de zorra, pero el Rey la rechaza todo el tiempo. El asunto es, mi querida Luna, que te fuiste y eso solo le dejo el camino libre a ella.
—No me interesa. Sé que a Damián solo le intereso para sacar provecho de lo que puedo darle, no es capaz de verme como lo que debe representar una compañera y no tengo intenciones de seguir su juego —guarde silencio y borre la lagrima que se escapaba de mis ojos—, al principio creí que podría, que estar a su lado me haría igual de fuete y enfrentar a Lizeth sería pan comido, pero ese día que llegaron juntos al hospital de la manada, me di cuenta de que no, de que no puedo ser solo una herramienta en la vida de mi compañero, porque eso he sido siempre. Siempre he sido la herramienta de alguien, siempre he sido la persona que usan para obtener algo y yo quiero algo más, quiero que me quieran y que me respeten y que me den mi lugar. No importa si soy Luna o la compañera de un Omega trabajador. Quiero ser feliz, merezco ser feliz —las lagrimas caían de mis ojos, pero ya no se sentían tan dolorosas como antes.
—Dame dos días, por favor.
—¿Para qué?
—Ya tengo casi todo listo para hacer caer a esa... inmunda prima tuya.
—Nina...
—¿Por mí? —chillo desde el otro lado del teléfono y me hizo reír.
—De acuerdo.
Dos días después tenía entre mis manos el sobre que había enviado el médico con los resultados, sí, estaba embarazada y torpe de mí que no pensó en eso, tal vez fue lo primero en lo que debí pensar pero con la conmoción de tantas cosas pasando a mi alrededor, simplemente lo olvide. Él es un Alfa y no solo eso, es un Rey Alfa, ambos estábamos en celo, duramos dos días teniendo sex0 sin parar y ahora tenía en mi interior un cachorro que vendría a este mundo a una familia que no era familia.
¿Era eso justo para él?
Estaba pensando en aquello cuando el teléfono sonó.
Nina.
—Hola —salude con la voz rota y las lagrimas por la angustia corroyéndome.
—¿Qué tienes? ¿Qué pasa contigo?
—Nada, ¿por qué...
—El Alfa esta insoportable, más que de costumbre, parece... triste y dolido y no deja que nadie se le acerque.
Maldije en voz baja y me regañe porque tendría que empezar a controlar mis emociones o esta conexión me iba a delatar siempre.
—Estoy embarazada —solté de golpe y Nina chillo.
Luego grito y aulló un poco más.
—Bueno —rio bajito—. Es más pronto de lo que esperaba, pero un bebé en este castrillo aburrido será lo mejor que nos ha pasado en años.
—Nina yo no...
—Ven, debes venir, decirle las cosas, contarle, estoy segura de que eso será lo mejor para los dos y ya tengo todo lo que necesito para destruir a tu prima y traer a tu madre de vuelta con nosotros. ¡Ya quiero conocerla! —chillo emocionada y eso fue extraño, pero se sintió cálido que alguien me estuviera ayudando de esa forma.
—¿Y si no lo quiere?
—Charlie, mi amor —dijo con ternura—. Se que Damián puede ser duro, frío, cruel, pero es un buen hombre, protege a su manada y a todas las del reino con garras, dientes y músculos, además de inteligencia y aunque no siempre parece muy inteligente, ama a los niños. Ven, es hora de que sean una familia.
* * * FIN DEL FLASHBACK * * *
Sentí el peso del mundo entero sobre mi pecho, el dolor me ahogo y me dejo sin aliento.
Damián estaba allí, pero no estaba solo.
Lizeth estaba con él, enredada en sus brazos, sus labios sellados en un beso desesperado mientras sus cuerpos se movían juntos sobre el escritorio.
El tiempo pareció detenerse. Mi corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de mi pecho.
Vi como a Damián poco a poco le llegaba mi dolor, mi ira, mi tristeza, todo lo que yo estaba sintiendo.
Finalmente, Damián levantó la vista y nuestros ojos se encontraron. Su expresión pasó de confusión a horror en un segundo.
—Charlie... —susurró, su voz llena de algo que podría haber sido arrepentimiento o miedo.
No respondí.
No había palabras para describir el dolor que sentía, era como si alguien hubiera arrancado un pedazo de mi alma. Sin decir nada, di media vuelta y salí del despacho, dejando la puerta abierta detrás de mí.
—¡Charlie, espera! —gritó, pero no me detuve.
Mi mente estaba nublada, y mis pasos eran automáticos mientras abandonaba el castillo. Las lágrimas caían por mi rostro, calientes y pesadas, pero no emití ningún sonido.
Había venido para darle una noticia que podría cambiar nuestras vidas, pero lo único que había encontrado era una confirmación brutal de lo que siempre temí: para él, yo no era suficiente.
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