POV. CHARLIE.
Dos semanas.
No habían noticias de Damián, por lo poco que me contaba Amelia o que dejaba que me contará, estaban explorando las fronteras de dos manadas más, junto al Beta Ethan, pues se presentaron más ataques de los renegados, y cada vez eran más salvajes.
El primero fue en una manada tranquila, BlackMoon, ellos eran conocidos por ser granjeros y proveer con productos alimenticios de buena calidad a otras manadas, la segunda fue GoldenMountain, una manada reconocida por su capacidad para producir productos industriales y su habilidad para la maquinaria pesada.
En la primera destruyeron y quemaron vivos a todos los hombres lobos del refugio de hombres lobo mayores, es decir, ancianos. Se salvaron unos cuantos que fueron traídos a la manada del Rey, allí Nina fue la encargada de atender y organizar su llegada y cuidados, pues aún el Rey Alfa no tenía una Luna, o más bien la que tenía no servía para mucho.
En la segunda manada, se llevaron a todos los cachorros de la guardería, colgaron del cuello a todas las maestras y les cortaron las venas para que se desangraran por allí.
Amelia me dijo que Nina estuvo llorando durante horas cuando recibió a unos cuantos pequeños huérfanos que venían de esa guardería, el mismo Rey Alfa había ordenado que los trajeran a la manada. Lleve mis manos a mi vientre y llore silenciosamente. Sabía lo que era ser una huérfana, una persona sin familia.
Ese día decidí ir a la guardería de la manda y ayudarle, jugué con los pequeños, les di de comer y me sentí tan tranquila como no me había sentido en mucho tiempo.
—¿Dónde estás? —me llamo Amelia que ya regresaba de la escuela. Sí, ella finalmente decidió aceptar la propuesta de Nina y asistir a la secundaria de la manada. Después de todo, ninguna se iría de allí sin la señora Miri.
—En la guardería, pero ya voy a regresar a casa.
—De acuerdo, iré a visitar a mi tía.
—Envíale mis saludos.
Había estado con Miri el día anterior, pues me estaban haciendo algunos exámenes y recomendaciones para llevar mejor mi embarazo. Una de esas y la más importante era mantenerme cerca de mi compañero, sonreí suavemente y gemí de dolor.
Sí, extrañaba su olor, en las noche era cuando más lo anhelaba.
Colgué la llamada con Amelia y en la pantalla de mi viejo celular vi un mensaje. Me sorprendí y empecé a respirar agitadamente, mire a mi alrededor y sentí que los arboles caerían sobre mi cabeza. Me senté en la orilla de la calle y respire profundo. Luego me di cuenta que tal vez esta era la oportunidad que estaba esperando, tal vez esta era la mejor manera de librarme de todo y hacer mi vida tranquila.
Cambie mi ruta y agilice mis pasos.
El aire en el castillo se sentía más pesado que nunca. Caminé por los pasillos con la promesa de Lizeth resonando en mi mente.
“Te entregaré a tu madre si haces lo correcto y rechazas al Rey. No mereces ser la Luna, y lo sabes.”
Sabía que aceptar era un riesgo.
Primero, tenía claro que Lizeth no era confiable.
Segundo, rechazar a mi compañero en mi estado, era prácticamente un acto suicida y ponía en riesgo a mi cachorro.
Pero el miedo y la desesperación eran demasiado grandes. Si había una mínima posibilidad de encontrar a mi madre, tenía que intentarlo.
Era casi de noche, así que cuando Nina abrió la puerta del castillo para mi, se veía sorprendida.
—¿Qué haces aquí?
—Vengo a hablar con Lizeth.
—¿De qué?
—Eso no es problema tuyo.
—¡Ey! Creí que somos amigas —puso su mano sobre su pecho, como si eso de verdad le doliera.
—Necesito verla.
—¿Para qué?
—Tiene una propuesta para mí.
—Charlie, esto no es una buena idea. Lizeth es peligrosa —Nina cambio radicalmente su tono, por uno serio y había intentado detenerme. Pero mi decisión estaba tomada.
Cuando llegué al despacho, Damián estaba ahí, rodeado de papeles, con la misma expresión cansada de siempre. Alzó la mirada al verme, y algo en sus ojos se iluminó brevemente antes de apagarse de nuevo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, su tono era seco.
¿Cuándo había llegado?
—He venido a hablar contigo —respondí, luchando por mantener mi voz firme—. Vengo a liberarte —decidí que lo mejor era no darle vueltas al asunto y hacerlo directamente. Mi corazón saltaba entre mi pecho, tenía las palabras en la punta de mi lengua.
Frunció el ceño, dejando los papeles a un lado.
—¿Liberarme?
—De nosotros. De esta conexión que nos está destruyendo a ambos.
Hubo un largo silencio antes de que se levantara de su silla y caminara hacia mí.
—No tienes idea de lo que estás diciendo, Charlie —estiro su mano hacía mi, como si yo estuviera cargando una granada a punto de estallar en medio de los dos.
—Sí, sí que lo sé —respondí, mirando directamente a sus ojos—. No puedo ser lo que necesitas. Lizeth, en cambio, ella si que puede.
Sus ojos se oscurecieron con furia, y su mandíbula se tensó.
—¿Esto es idea de Lizeth?
—No importa de quién sea la idea. Es lo mejor.
Antes de que pudiera responder, Lizeth apareció en la puerta, con una sonrisa triunfante en su rostro.
—¡Querida prima, te extrañe tanto!
No la miré. No quería darle la satisfacción de ver lo rota que me sentía.
POV. LIZETH.
Todo estaba saliendo según lo planeado. Charlie había vuelto al castillo, y con ella en mi terreno, era cuestión de tiempo para destruir lo que quedaba de su espíritu.
Sabía que estaba embarazada. Lo había descubierto cuando la escuché hablando con Nina. Y aunque inicialmente me sorprendió, también vi la oportunidad perfecta para separarla de Damián de una vez por todas.
La debilidad de Charlie era su madre, y yo iba a usarla sin remordimientos. Como ya lo había hecho antes.
No era tan tonta como para no darme cuenta, que la miserable y poca cosa de Charlie era la pareja destinada del Rey Alfa, además que los omegas y todos en esa manada la adoraban como si fuera la gran cosa y siempre estaban murmurando que gracias a ella el castillo había tenido un poco de luz, mientras estuvo aquí instalada. Era insoportable escuchar a esos lame suelas, decir lo mucho que esperaban por su Luna.
POV. CHARLIE.
Las semanas en el castillo fueron un tormento constante, pues Lizeth me juro que si permanecía durante un tiempo allí traería a mi madre. Lizeth estaba siempre cerca, asegurándose de recordarme mi situación.
¿Sabía que yo era la compañera destinada del Alfa?
Esa noche en el despacho, Lizeth me pidió hablar a solas con ella, antes de que pudiera rechazar a Damián, y él en su desespero, me sugirió que tal vez una conversación con mi prima me haría cambiar de opinión.
—¿Qué más quieres? ¡Vine a hacer lo que me pediste! —Lizeth solo reía.
—Prima, prima, prima. Caes tan fácil en cada trampa que te pongo.
—¿Qué quieres decir?
—Qué yo no sería capaz de ir en contra del rey Alfa, si el te quiere aquí, ¿Quién soy yo para ir en contra de eso?
—No se que pretendes, pero no...
—Regresa, vuelve al castillo, haz feliz al Rey y yo traeré a tu madre.
—¿Cómo puedo confiar en ti? Me dijiste que lo rechazará y cumplirías, pero justo cuando estoy a punto de cumplir mi parte, interrumpes.
—Te aseguro prima, que lo único que quiero es al Rey feliz.
Sus ojos me decían algo más, algo que no lograba descifrar y Kiara me decía que la dejará salir para arrancarle el cuello, pero por alguna estúpida razón, decidí confiar una vez más, tal vez así lograría tener a mi madre y a mi cachorro.
Una noche, días después, mientras estaba en mi habitación descansando, Lizeth entró sin previo aviso.
—Tengo algo para ti, prima —dijo con una sonrisa falsa, colocando una taza de té sobre la mesa junto a mi cama—. Para el estrés.
—No quiero nada de ti, Lizeth —respondí, alejándome de ella.
—No seas malagradecida —respondió con un tono dulce que no ocultaba su veneno—. Tómalo.
—¿Crees que soy tonta?
—Si te quisiera muerta ya lo habría logrado —dijo riendo. Y bien que si tenía un punto.
—¿Entonces que tiene? ¿Acónito para debilitarme?
—Ya eres débil y frágil.
—No soy frágil, Lizeth. Soy delicada y eso son cosas diferentes.
La miré con sospecha.
—Eres su compañera —dijo fríamente.
—Lo sabes.
—Lo sospeche, pero no tarde en darme cuenta de las señales. Y el me lo dijo —dijo con suficiencia y sentí una punzada de celos.
—¿Y aún así lo quieres para ti?
—¿Por qué no? Falta poco para que llegue tu madre y lo rechaces y cuando eso suceda el dolor será tan profundo y quemara tanto su interior que tomará lo primero que vea para aliviarlo y ¿adivina a quien será la primero que vea?
—Eres patética —reí y ella gruño—. Sí, tal vez tengas al compañero que siempre deseaste y creíste merecer, pero nunca te amará como se ama a un compañero destinado, nunca te dará la lealtad que una compañera se merece, ni el amor, ni el respeto, ni...
—Tu tampoco lo tienes y eres su compañera destinada —dijo con indiferencia—. No necesito nada de eso Charlie, por eso siempre has sido débil, solo quiero poder, me interesa el poder y el amor no acompaña al poder.
—El amor es poder, Lizeth, es la fuerza más poderosa.
—Creo que la patética eres tú —suspiro y me entrego la taza en mis manos—. Como dije, si te quisiera muerta, ya lo estarías, aunque no voy a negar que después de que lo rechaces ya no me servirás para nada y esa posibilidad tendré que consultarla con la almohada, por ahora quiero que lo rechaces en dos días.
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