POV. CHARLIE.
Damián empujó la puerta de la cabaña con cuidado.
Ni siquiera sabía porque estábamos en una cabaña y no en el castillo, tampoco estábamos en la casa de paso, asignada a Amelia cuando fue el ataque, aunque la verdad tampoco quería ir a ningún lugar a recordar y echarle sal a la herida.
Ahora yo estaba entre sus brazos, frágil como nunca antes me había sentido. Yo había intentado discutir en el hospital cuando me dieron de alta, le dije que podía caminar sola, pero al final, mi cuerpo simplemente no tenía fuerzas. Y la verdad es que tampoco quería luchar más contra... Nada.
Su olor estaba mezclado con alcohol, había estado bebiendo, sus movimientos eran más lentos, tal vez estaba algo ebrio, pero aún así, seguía siendo fuerte.
—Déjame... no necesito tu ayuda —murmuré, con la voz quebrada y apenas audible.
—La necesitas, aunque no lo quieras aceptar —respondió Damián suavemente, cruzando la sala conmigo en sus brazos y llevándome hasta el sofá.
Yo no respondí.
¿Valía la pena discutir?
Damián simplemente se dio la vuelta en cuanto me dejó allí y yo decidí ir al baño. Damián me vio cerrar la puerta con un golpe sordo, y poco después, escuchó el sonido del agua corriendo. Pasaron al menos dos horas.
Él esperó en la sala, con los brazos apoyados en las rodillas, con la mirada fija en la puerta del baño, preguntándose si yo saldría o si tendría que entrar a buscarme.
Finalmente, cuando decidí que había tenido suficiente, salí. Realmente no me había secado muy bien y me coloqué la ropa que estaba en la encimera del baño, sin darle importancia a la talla o el color, mi cabello chorreaba agua, y mis ojos estaban rojos e hinchados de tanto llorar. Me pasé una mano por la cara, sin siquiera mirarlo, y caminé lentamente hasta la silla junto a la ventana. Me dejó caer en ella, abrazándome las piernas, con la mirada perdida en el horizonte.
—Charlie, si necesitas algo... —comenzó Damián, pero su voz se desvaneció al ver cómo yo me encogía aún más, como si sus palabras fueran un peso que no podía soportar.
Sus pasos se movieron y lo sentí cerca de mí, suspire y de alguna manera esa pequeña cercanía me hizo sentir mucho mejor.
—Yo... Debo ir, ya sabes...
—No es tu deber cuidarme, la manada es más importante.
—Charlie...
—Te puedes ir, me se cuidar sola. Lo hago desde que soy una niña y que este en tu manada por cosas del destino, no cambia el hecho de que siempre seré la mujer que puede con todo.
Pasaron los días, y mi rutina era siempre la misma. Tomaba una duchaba durante horas, luego volvía a la silla junto a la ventana, donde pasaba el resto del día. Apenas comía, y cuando lo hacía, era más por reflejo que por hambre. Damián de vez en cuando venía y me observaba.
No tenía idea de lo que pasaba por su cabeza, ni por sus ojos porque tampoco era capaz de mirarlo, pero sabía que estaba aquí porque su olor llegaba a mi y con solo su presencia me daba algo de paz.
—No puedes seguir así... —me dijo una noche mientras dejaba un plato de sopa en la mesa cerca de mi. Pero no respondí, ni siquiera giré la cabeza para mirarlo.
POV. DAMÍAN.
Esa misma noche decidí quedarme, mientras ella dormía en la silla, la cubrí con una manta. Me arrodillé junto a ella, mirando su rostro pálido y agotado. Creo que yo no estaba mejor, pero mi cuerpo dolía por verla así tan desmejorada.
—Ojalá pudiera llevarme tu dolor... —le susurre, aunque sabía que ella no podía escucharme.
Estaba profundamente dormida, como casi siempre, tenía omegas vigilándola todo el tiempo, incluida Nina, y tal vez podría estar mas junto a ella, pero los ataques de los renegados me estaban absorbiendo por completo, tenía al consejo de ancianos y a los Alfas de otras manadas pidiendo resultados.
Los días pasaron, y por un impulso de Kian yo no dejé de intentar. Cocinaba sus platillos favoritos, Amelia me había dicho cuales eran, aunque ella apenas los tocaba. Mantenía la casa impecable, colocando flores frescas en la mesa, con la esperanza de que algo despertara una chispa en ella. Lo hacía yo mismo porque ella no soportaba ver a nadie. Y lo hacia en mis tiempos libres.
Pero Charlie seguía igual: distante, rota.
Una noche, mientras el sueño me alcanzaba sentado en el sofá frente a la cama de la habitación que usaba Charlie, escuché un susurro que me heló.
—Déjame sola...
Fue entonces cuando no pude soportarlo más.
Me levanté y caminé hacia ella. Sin decir nada, me senté a su lado en la cama y la rodeé con un brazo. Al principio, Charlie se tensó, pero no se apartó.
—No puedo dejarte sola, Charlie. No así —dije en voz baja.
No quedamos en total silencio y simplemente el sueño nos venció a ambos.
Por primera vez en semanas, ambos logramos dormir profundamente. Me desperté antes que ella, notando cómo su respiración era tranquila por primera vez. No dije nada, pero en mi corazón sentí un pequeño alivio.
Mire el reloj y no sabía si sentirme aliviado o molesto. Eran las 3 de la tarde, había dormido tan bien, que mi cuerpo simplemente se dejo llevar.
Con el paso de los días, Charlie me permitió pequeñas cosas. Cómo cuando le preparé un baño de agua caliente, ella no protestó.
—El agua te hará sentir mejor —dije mientras la ayudaba a entrar en la tina.
Charlie no respondió, pero cerró los ojos, dejando que el calor del agua la reconfortara. Comenzó a comer un poco más, aunque seguía siendo poco. De todas maneras yo lo consideraba un triunfo. Y me di cuenta que lo mejor era seguir a su lado, así que encargue a Ethan las labores que me tomaban tanto tiempo.
Estuvimos así durante dos semanas y un día, una mañana ella simplemente ya no estaba a mi lado en la cama. habíamos estado durmiendo juntos y eso no era para nada incomodo, al contrario dormíamos mejor, podía sentir el alivio de su cuerpo cuando la envolvía entre mis brazos. Esa mañana que no estaba a mi lado, mi corazón parecía que se iba a salir de mi pecho y enlace con todos mis guerreros, con Ethan y Nina, con mis omegas y llame a Amelia, pero nadie sabía de ella.
Dos horas después, un guardia del calabozo me enlazó.
—Alfa, la mujer esta aquí.
—¿Mujer? —gruñí, bueno Kian también—. Es mi compañera —le dije molesto—. Y tu Luna, le debes tanto o más respeto que a mí.
—Lo siento Alfa, yo no lo sabía y ella... Pidió ver a la prisionera que trajo el Beta.
POV. CHARLIE.
Sí, me sentí mucho más cómoda con Damián a mi lado todas esas noches y días. El simplemente una noche decidió pasar a mi lado y luego simplemente ya no se fue, note cada detalle que tenía conmigo, pero desde la distancia, no quería ilusionarme, aunque él lo hacía imposible. La tranquilidad y paz a su lado eran imposibles de describir, sin embargo nosotros no éramos nada, al menos nada que ambos quisiéramos y tenía que pensar en mi futuro. Así que decidí ir por respuestas, Damián dormía profundamente y mi desesperación por recuperar a mi madre me llevó a bajar al calabozo donde Lizeth estaba encerrada.
Nina me lo había contado todo después de que confesó que mi madre si era mi madre, pero tampoco quiso darme pruebas de aquello.
Persuadir al guardia no fue tarea dificil y creo que Damián merece más seguridad por parte de sus guerreros.
—Devuélveme a mi mamá —demandé con mi voz temblando cuando me acerqué a la celda, puse mis manos sobre los barrotes y Lizeth me miraba como si me hubieran salido dos cabezas. Parecía que analizaba algo.
Lizeth me miró con frialdad, una sonrisa apenas perceptible en sus labios.
—Lo haré, pero con una condición.
—¿Todavía quieres que lo rechace? —le pregunté sintiendo cómo se me rompía la voz.
—Sí, rechaza al Alfa.
Simplemente me quedé en silencio. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras las palabras de Lizeth se repetían en mi mente. Aturdida, subí las escaleras, dándome cuenta de que tal vez yo solo merecía dolor y penurias.
—¿Sabes dónde está el Alfa? —Le pregunta al guardia de la puerta principal.
—El Rey viene...
—Por favor, dile que lo espero en su despacho —le di la espalda y comencé a caminar sintiéndome vacía.
Luego un dolor fuerte golpeo mi pecho cuando escuche a los pequeños niños de la guardería reír un poco lejos de mí.
POV. DAMIÁN.
Desde las sombras, había escuchado toda la conversación. Mis puños temblaban de rabia, y mis ojos brillaban con furia.
—Lizeth... —gruñí para sí mismo antes de salir corriendo.
No había llegado lejos cuando Nina me detuvo.
—Damián, espera. Necesitas saber algo.
—Si es sobre Lizeth, no quiero oírlo. Voy a acabar con esto ahora —respondí con los dientes apretados.
—No. Necesitas saber lo que ella le hizo a Charlie —insistió Nina, con los ojos llenos de preocupación.
Entonces me di cuenta que hablaba muy en serio y de que yo no sabía toda la historia, me detuve, mirándola fijamente.
—¿Qué le hizo?
—Lizeth manipuló a Charlie, jugó con su mente, le robó más de lo que imaginas. Ella... la quebró, Damián.
La furia en mi interior creció aún más.
Waiting for the first comment……
Please log in to leave a comment.