POV. CHARLIE.
Se marcho y me dejo con la zozobra en el aire llenando mis pulmones.
Finalmente lo tomé. Sabía delicioso, dulce, pero no empalagoso.
Esa noche, el dolor comenzó.
Primero fue un malestar leve, luego punzadas más intensas. Intenté llamar a alguien, pero mi voz era débil y apenas podía moverme de la cama.
Caí al suelo, sosteniendo mi vientre mientras las lágrimas corrían por mi rostro.
“Por favor, no…” susurré, pero el dolor solo empeoró. Podía escuchar perfectamente claro como Kiara gemía y chillaba y se retorcía en mi interior.
Fue Nina quien me encontró horas después. Su grito desgarrador fue lo último que escuché antes de perder el conocimiento.
¿Por qué diablos Dimían no había venido?
Sabía perfectamente que había tenido que sentir mi dolor. El dolor de nuestro cachorro y de mí lobo.
Pero sabía también muy bien, que yo no le importaba en absoluto, así que definitivamente, tendría que rechazarlo y dejarlo en paz.
POV. DAMIÁN.
Estaba en los calabozos interrogando a los renegados que habíamos logrado atrapar, ninguno decía nada, solo reían y gemían con cada golpe, no importo cuanta plata usamos, ellos no dijeron nada. Durante el tiempo que estuve encerrado en los calabozos de plata, sentí un dolor punzante en mi estomago, algo en mi pecho, pero sabía que era solo por el cansancio y la falta de tener a Charlie a mi lado.
—Alfa, lo necesitan, dicen que es urgente.
—¿Qué? —limpie mis nudillos de sangre.
—En el hospital. La Beta dice que es indispensable que vaya.
me enlace mentalmente a Nina y cuando me dijo que Charlie estaba en el hospital, algo en mí se rompió. Corrí hasta allí, ignorando las miradas curiosas de la manada.
La encontré pálida y débil, con Amelia a su lado, llorando en silencio.
—¡¿Qué pasó?! —demandé, mi voz era más fuerte de lo que pretendía.
Amelia me miró con los ojos llenos de ira.
—Lizeth... ella... ¡Le hizo algo! —para ser apenas una adolescente, esa chica tenía más carácter que muchos de mis guerreros.
Giré hacia Ethan, que estaba detrás de mí. Y Nina volvía con los ojos rojos llorosos y parecía que sus ojos cargaban con mucha culpa.
—Encuentra a Lizeth. ¡Ahora! —Le ordene a Ethan.
Mientras él se iba, me acerqué a Charlie. Sus ojos se abrieron lentamente, y cuando me vio, una lágrima solitaria cayó por su mejilla.
—Nuestro bebé… —susurró, y mi corazón se detuvo.
No podía respirar. No podía pensar. Todo lo que sentía era un vacío insoportable.
—Lo siento… —dijo con un hilo de voz antes de volver a cerrar los ojos.
¿Cómo podía ella pedirme disculpas si todo esto era culpa mía?
Me quedé allí, arrodillado junto a ella, sintiendo cómo mi mundo se derrumbaba. Había fallado en protegerla, en proteger a nuestro hijo.
Y alguien iba a pagar por ello.
La abrace con tanta fuerza que temí que la rompería en mil pedazos, pero solo quería que se fundiera en mi pecho y darle alivio y calma, ella lloraba intensamente y yo... Por primera vez en muchos años, lloré con ella, por ella, por mí, por nuestro cachorro.
Me odiaba por no haber sentido el dolor, el vinculo de pareja, por no haber corrido a su lado.
¿Qué estaba mal conmigo?
Todo, me dijo Kian.
El rugido que salió de mi garganta hizo eco en todo el hospital. El aire se llenó con el peso de mi ira, y los miembros de la manada, fuera de la habitación donde se encontraba Charlie, se dispersaron al instante.
Lizeth.
Me levanté de inmediato, dejando a Charlie en manos de Amelia y los médicos. Mi beta, Ethan, llegó corriendo a mi lado.
—Está en el ala este de los calabozos —dijo con firmeza, leyendo mi mente.
Me moví tan rápido que apenas notaba mis pasos. Cuando llegué al ala este, Lizeth estaba en la sala común, aparentemente tranquila, rodeada de algunos guerreros de la manada que intentaban distraerse de mi furia con conversaciones superficiales.
—¡Fuera! —ordené, y todos abandonaron la habitación en segundos.
Lizeth, al verme, intentó sonreír.
—Damián, no sabía que...
—¿Qué le hiciste? —mi voz salió baja, pero cargada de peligro. Puse mis manos a cada lado de la mesa y la doble con solo cerrar mis puños en los bordes, Lizeth miro aterrorizada mi ira.
—¿De qué hablas?
—¡A Charlie! —gruñí, y ella dio un paso atrás, su máscara de calma estaba empezando a desmoronarse.
—Yo no hice nada...
—No mientas. —Me acerqué, con Kian dentro de mí reclamando control—. Sabias que es mi compañera. Sé que sabías del bebé, Nina me dijo que las escuchaste hablando, un omega te vio escondida entre los muros del castillo espiando como la rata traicionera que eres.
Su expresión vaciló, y por un segundo, vi el miedo en sus ojos. Pero pronto lo escondió tras su usual arrogancia.
—Si estás buscando a quién culpar, tal vez deberías preguntarle a Charlie. Ella es la que nunca ha sabido cuidar lo que tiene. Te iba a rechazar, ¿lo sabías? No entiendo porque te sorprende que haya perdido el bebé, tal vez esto paso fue ella porque no lo quería.
El control que tanto había luchado por mantener se rompió. La tomé del brazo, no con violencia, pero con la fuerza suficiente para que sintiera el peso de mi poder.
—Si descubro que has hecho algo para lastimarla...
—¿Y qué harás, Damián? —su sonrisa se torció en una mueca desafiante—. ¿Matarme? Soy una renegada que no le importa a nadie. Además, ella no te importa, me lo dijiste la primera noche que se fue, cuando nos quedamos solos en tu despacho, ¿ella sabe eso? —esa mujer era un demonio.
Sí, se lo había dicho porque me provoco con preguntas y preguntas hasta que le confesé que era mi compañera y solo la quería porque me hacía sentir más fuerte, no se porque le dije eso a ella, pero el daño ya estaba hecho.
—Solo estás aquí porque quieres sentirte mejor contigo mismo y sentirte menos culpable, pero no la querías como compañera y ella a ti tampoco.
—¡Cállate! —rugí, soltándola de golpe.
Lizeth tambaleó, pero no dijo nada más. Me di la vuelta, incapaz de seguir mirándola, y salí de la habitación con el corazón ardiendo de furia e impotencia.
¿Era cierto lo que dijo?
¿Charlie me iba a rechazar?
¿De verdad yo no la quería?
¿Lo que sentía por ella era solo el vinculo de pareja?
¡Mald¡ta bruja se metió en mi cabeza!
POV. CHARLIE
Desperté en la habitación, rodeada por un silencio sepulcral. Amelia estaba junto a mí, sosteniendo mi mano.
—Lo siento tanto, Charlie... —susurró, sus ojos estaban llenos de lágrimas, además de hinchados, era obvio que había estado llorando tanto como yo.
La verdad golpeó mi pecho como un mazo.
Mi bebé.
Nuestro bebé.
¿De verdad era nuestro? Damián ni siquiera había intentado acercarse a mí, después de que le pedí que se marchara de la casa de paso en la que vivía con Amelia y tampoco había asistido conmigo al control médico, ni sabía que vitaminas estaba tomando.
Intenté sentarme, pero el dolor físico y emocional era demasiado. Mis manos temblaban mientras las apoyaba sobre mi vientre, ahora vacío.
—¿Hijito? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta. Mis lagrimas corrían como gruesos ríos por mis mejillas, mi pecho se hundió hasta mi estomago y sentí que no quería vivir más. La furia que había estado reprimiendo comenzó a hervir.
Di un rugido de dolor y vi como todos a mi alrededor caían de rodillas.
Amelia, dos enfermeras y un médico. Nina estaba entrando a la habitación junto a su pareja.
Amelia chillo y gimoteo. Nina se intento sostener de una pared, pero cayó junto al Beta Ethan que a pesar de ser fuerte estaba doblegado completamente.
Me abrace a mis piernas y metí mi cabeza entre mis brazos, hasta que deje de llorar.
No se cuanto tiempo paso, pero luego Nina hacía círculos suaves en mi espalda.
—¿Damián lo sabe? —pregunte sin mirar a nadie, aún con mi cabeza enterrada.
—Sí. Está fuera de control.
Cerré los ojos, intentando encontrar algo, cualquier cosa, que me diera fuerza. Había perdido tanto, y sabía que si me quedaba aquí, perdería aún más.
—Amelia... tengo que irme. Quisiera esperar a la señora Miri, pero no puedo pasar ni un día más en esta manada —le dije a la chica que sabía que no estaba muy lejos de mí.
—No puedes. No en este estado —intervino Nina de inmediato, interrumpiendo mi conversación con Amelia.
—No puedo quedarme. Lizeth lo hará de nuevo. Y Damián... —mi voz se quebró—. Él nunca me eligió.
Amelia chillo. Nina suspiro y me abrazo, la mire por un instante y vi su rostro lleno de comprensión.
—¿Adónde irás?
—A donde sea, mientras esté lejos de aquí.
—Las pruebas que tengo contra ella...
—Ya no me importan.
—Tu madre —dijo Amelia, como conectando nuevamente con todo.
—Ni siquiera se si es mi verdadera madre.
—Sí lo es, y esta viva —Nina me miro con firmeza y mis ojos se llenaron de esperanza—. Si te vas, ella habrá ganado una vez más.
POV. DAMIÁN
Me encontré en la sala del trono, completamente solo. Mi ira no había disminuido, pero el peso de lo que había sucedido empezaba a hundirme.
Ethan entró, su expresión seria.
—Charlie está despierta —miro la botella en mi mano y luego las que estaban por el suelo—. Y no creo que ir ebrio al hospital sea una buena idea.
Asentí, pero no me moví.
—Damián... —comenzó, dudando—. No puedes dejar que se vaya.
—¿Se quiere ir? ¿Qué quieres que haga? —pregunté, mi voz baja—. Ella me odia. Y con razón. La deje sola, no pelee por ella, ni siquiera lo intente, ni por nuestro cachorro, no hice nada más que lastimarla desde que llego.
—Si la dejas ir ahora, nunca volverás a verla.
Eso me golpeó como un puñetazo. La idea de perderla para siempre era insoportable. Pero, ¿qué podía ofrecerle? Había fallado como su compañero, como su Rey, como todo.
Y ahora era un ebrio que no podía ni manterse de pie.
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