POV. CHARLIE.
—¡¿Qué carajos?! —mi cabeza dolía un poco.
Pero no tenía derecho a quejarme, luego de todo lo que paso en la oficina del Alfa, subí a llorar como si las lagrimas fueran gratis, aunque si que lo son, pero lloré aun más cuando Nina llego a mi lado y empezó a hablarme.
La chica de verdad estaba preocupada por mí.
—¿De dónde eres? —pregunto acariciando mi pelo y entregándome una taza humeante de algo que olía delicioso.
—No lo sé —suspire y sonreí.
—¿Cómo que no lo sabes?
La mire fijamente y tenía miedo, ¿qué pasaba si le contaba mi historia?
¿Pero qué pasaría si no?
¿Era tan malo acaso?
¿O era demasiado bueno poder desahogarme con alguien que no me iba a juzgar?
—Yo... No tengo memoria.
—¿Qué? —se acomodo en el sofá como si le fuera a contar la cosa más interesante del mundo.
—Solo recuerdo que mi madre llego un tiempo después a casa de mi tía.
—¿Entonces tienes familia? —reí e hice mala cara.
—A eso no se le puede llamar familia. Se supone que la familia te apoya, te cuida y te...
—¿Qué te hicieron Charlie? —la angustia llenaba sus ojos.
En ese momento me di cuenta que lo mejor era callar, porque al contar todo, claro que sería juzgada, la Reina Luna más puta de la historia.
—Puedes confiar en mí, yo tampoco tuve una vida fácil y si tu me cuentas tu historia, yo te contaré la mía. ¿Trato? —estiro su mano y por alguna estúpida razón la tome para aceptar.
—Desde los 6 años, desde allí recuerdo mi vida, lo primero que recuerdo es a mi tía dándome golpes con un palo porque le serví la leche demasiado fría a Lizeth.
—¿Quién es Lizeth?
—Mi prima, eso es lo que me han dicho siempre. Pero me odia tanto que no puedo creer que sea así.
—Ellas dicen que llegue a su casa luego del accidente de mis padres.
—¿Están muertos?
—Papá sí. Mamá... Ella no... Yo no se donde esta.
—¿Cómo que no sabes donde esta?
Mire fijamente a Nina y me di cuenta que su cabeza daba vueltas y tenía mil preguntas rondando por allí.
—Mi tía me contó que mis padres tuvieron un accidente de auto, mi padre murió de manera instantánea intentado protegerme a mi y a mamá, yo salí bien librada, pero mi madre quedo... Mal. Así que ella y mi prima la han tenido todo este tiempo en algún lugar para que "no sea una enferma que estorbe" —repetí sus palabras como muerta en vida—. Les he pedido una y mil veces que me la entreguen que yo me hago cargo, pero...
—Hijas de pu... —reí. Su loba parecía querer salir de su interior, sus ojos se habían puesto negros—. ¿Así que nunca tuviste una manada?
—No, al menos no que yo recuerde.
—Lo siento tanto —me abrazo y rompí a llorar de nuevo, ella estaba siendo honesta. Su preocupación era tan genuina como la de Amelia y la señora Miri—. ¿Qué puedo hacer para ayudarte? —pregunto limpiando sus lagrimas.
¿Estaba llorando por mí?
—¿Por qué lloras? —creo que no era la pregunta que esperaba de mí, pero no pude evitarlo.
—No quiero imaginar lo que te han hecho y a tu madre.
—Solo espero que esté bien. La veo cada tanto por video llamada —reí, estaba a punto de decirle algo que no le había dicho nunca a nadie—. Pero ni siquiera se si es mi madre, de verdad. Todo este tiempo les he creído porque me aferro a la idea de que no estoy tan sola en este mundo.
—Charlie —gimoteo.
—Aprendí a cocinar, a lavar, a planchar, la limpieza de la casa era mi responsabilidad, solo podía ir a la escuela de humanos si cumplía con mis deberes —suspire recordando mi infancia y parte de mi adolescencia hasta que pude encontrar un trabajo, ahorrar y salir de allí—. Mi tía no me dejaba lavar las sabanas en la maquina, tenían que ser lavadas a mano y —reí de nuevo—, a veces Lizeth las ensuciaba de chocolate a propósito, duraba horas tallando las blancas sabanas en mucha agua fría. A veces la comida quedaba salada y me arrojaban sus platos a la cabeza y si el té estaba muy caliente lo arrojaban a mis pies, si Lizeth no estaba bien peinada tiraban de mi pelo, una vez inclusive me lo cortaron —ahora reía, ciertamente estaba riendo, porque ya no sentía nada, ni bueno ni malo—. El punto es que...
—¿Cómo lograste salir de allí?
—Yo... me escape, encontré un trabajo como mesera en la posada, me pagaban muy poco, pero ahorre lo suficiente para tener una habitación. Sin embargo cuando mi tía se entero casi enloquece, ella viaja todo el tiempo así que para ese entonces éramos Lizeth y yo, y como es una inútil que solo sabe respirar, la casa era un desastre. Primero me golpeo, renegó, gritó y luego le hice una propuesta, si me dejaba ir, yo pagaría a una persona para que limpiara su casa una vez a la semana y así Lizeth no tendría que...
—Ser una persona funcional.
—Exacto —ambas reímos al unísono—. Con el tiempo deje de ser mesera, pase a ser jefe de meseros, luego en recepción y así hasta que llegue al punto en el que la señora Miri me hizo una habitación a mi y a otros empleados y soy quien se encarga de la posada por completo.
—¿La señora Miri? ¿La señora Miri que le da pastel de zanahoria al Rey Alfa cada vez que hace berrinche?
—Sí, bueno. Parece que yo nunca lo vi, ni lo sentí, ni supe que iba a la posada. Aunque debo admitir que cada tanto revisaba las facturas y había solo esa compra de toda una torta con un vaso de leche.
—Sí, puede ser un verdadero niño a veces —reímos—. Charlie, tenemos que encontrar a tu madre.
—No se por donde empezar.
—Por tu prima, esa perrx mal nacida sabe donde esta y nos la va a entregar.
—Tengo miedo de que dañe a mamá y...
—¡Eres la Reina Luna! —se puso de pie y casi estaba gritando.
—Técnicamente aún no lo soy —reí suavemente y ella soltó una carcajada.
—Yo me encargare de eso, pero una vez que seas la Reina Luna, esa mald¡ta no podrá desobedecer, por más que sea una renegada.
Me puse de pie a su lado y la abrace, agradecí que alguien se preocupara por mi genuinamente y me quisiera ayudar. Tal vez lo único que siempre necesite fue un poco de valentía y el impulso necesario.
Sin embargo una punzada de humillación me golpeo en medio del pecho.
—¿Qué pasa? —Nina lo notó.
—No es na...
—Creí que íbamos a ser honestas, Charlie.
—Ella... mi prima, Lizeth siempre quiso llegar al Rey Alfa.
—¿Cómo? —se bajo del sofá al que se había subido por la emoción.
—Llegamos a esta manda de renegados hace mas o menos un año, desde entonces ella... Ella me obligo a hacer cosas que yo no...
—¿Charlie, que te hizo hacer? —la preocupación estaba latente en su cara.
—La primera vez que me negué, ella golpeo tan fuerte a mi madre que sus ojos no se podían ver, sus labios estaban rotos y...
—Charlie, ella no...
—La segunda vez acepte, pero me negué a media marcha y ese hombre, él... abuso de mi y me viol0 —estaba enterrando mis uñas en mi piel.
—¡M¡erda! —Nina estaba molesta.
—Y desde entonces, he tenido que acostarme con los hombres que ella me ordena, para que no mate a mi madre y para...
—Llegar al Rey Alfa, quiere ser la Reina Luna.
Nina me abrazó, me dejo llorar sobre su pecho, esa parte de la historia, nunca se la había contado a nadie y por alguna razón con ella me sentí demasiado libre para hacerlo, ni la señora Miri, ni Amelia lo sabían, ellas solo sabían que debía hacer lo que mi prima dijera para mantener a mi madre con vida.
Me quede dormida en los brazos de Nina por causa del cansancio y el llanto.
Y ahora estaba tomando una ducha rápidamente, porque quería comer algo y volver al hospital para saber de la señora Miri y visitar a Amelia.
Sin embargo mi mundo se derrumbo cuando al bajar al comedor principal, las voces, los cotorreos y las risas de una mujer me hicieron sentir la sangre helada.
—¡Buenos días, Charlie! —Era mi prima. Lizeth estaba allí cómodamente sentada junto al Alfa, el miedo, el pánico y el dolor se hicieron presentes en mi.
Estaba prácticamente temblando, porque además mi cabeza estaba confundida, Nina estaba riendo con ella también, actuando como si yo no le hubiera contado toda la verdad la noche anterior, como si yo no me hubiese abierto lo suficiente para que supiera la verdad.
—¿Qué haces aquí? ¡Vete! —casi le estaba gruñendo, pero mi voz salió demasiado temblorosa.
—No creo que esa sea la forma de recibir a tu familia —dijo el Rey Alfa y lo mire como si quisiera matarlo.
—Ella no es mi familia.
—Charlie, querida ¿qué es lo que dices? ¿A qué se debe tu desprecio?
—Charlie —me llamo Nina—, tu prima es una dulzura, por favor acompáñanos a desayunar.
El dolor se hizo más grande con esas palabras, yo había confiado en ella. Di dos pasos atrás, sintiendo que el hambre se iba de mi cuerpo y dándome cuenta que no voy a poder con todo esto, si Lizeth quiere al Rey Alfa, si de verdad quiere a Damián se lo voy a entregar, lo voy a rechazar y le voy a pedir a cambio a mi madre.
Pero por ahora solo estaba corriendo camino al hospital.
Cuando llegue al lugar, me dejaron pasar a la habitación de Miri, pero antes de entrar tuve que vomitar, un fuerte dolor de cabeza me hizo trastabillar y me tuve que apoyar de una pared.
—¿Te encuentras bien? —pregunto un doctor joven y atractivo. Trague el nudo de mi garganta, pero todo se puso repentinamente n***o para mí.
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