Despertar esta vez había algo de calma, se sentía como si el día anterior hubiese sido tan lejano.
Camina tambaleante al baño, lava su rostro y se queda un par de minutos pensando en aquella llamada.
No podía ser posible sentirse así, no era real, estaba sola, con más problemas de los que podía soportar, sin embargo sentía que estaba dividida. Por un lado está Edward con sus intenciones tan confusas, y luego está Fernando con "su amistad". ¿Y si todo en realidad es producto de su larga y constante soledad?, y si realmente lo que quiere es sentirse amada, sin importar quién fuese.
Toma agua en ambas manos y sumerge su rostro tanto tiempo como es posible, sentir el agua fría en sus manos y su rostro de alguna manera consigue calmarla.
—Eres fuerte, valiente, tu puedes con todo. Y no importa lo mucho que duela, o lo difícil que sea, tú eres más fuerte que esto. —se dice a sí misma tras un largo y profundo suspiro.
Sale del baño y abre las cortinas, la luz de día poco a poco empieza a verse cada vez más clara.
Toma uno de los libros al azar, lo deja sobre la cama, toma el teléfono y llama a Sabrina, para hablar con sus hijos.
"Respira hondo y sigue" repite una y otra vez en su mente con los ojos cerrados, aguanta la respiración tanto como puede, hasta que decide soltar el aire.
Con la única intención de permanecer encerrada en esa habitación, se deja caer sobre la cama, mientras llama a Sabrina como todos los días.
─Hola precioso... ─sonríe aguantando las ganas de llorar por lo mucho que le cuesta esta mañana estar sin ellos. La conversación es larga y está llena de muchas anécdotas graciosas, sonrisas y muchos "te amo". Lo que más disfruta de la llamada es que sus tres hijos puedan convivir por lo menos una, o dos veces al día juntos, pese a la distancia. Es lo único que la mantiene cuerda, con los pies sobre la tierra.
Inicio de Flashback
─¿por qué lloras, mi amor? ─pregunta Ángel al ver a su hija llorar mientras le cantan por su cumpleaños número doce.
─Ya no quiero crecer... ─solloza. ─ya no quiero cumplir años. ─reclama entre lágrimas aferrándose a su madre.
─¿Y eso porque?, tu eres muy fuerte, valiente, tu eres maravillosa mi amor, ¿por qué no quieres crecer?. Crecer es parte de la vida, y...
─Pero mientras más años cumpló, usted envegece... no quiero.
─¿me estás llamando anciana? ─pregunta con gracia tratando de bromear.
─no quiero que mueras... ─solloza enterrando su cara en el pecho de su madre.
─¿por que hablamos de eso en tu cumpleaos? ─besa una y otra vez todo su rostro, mientras seca sus lágrimas.
─Por que no quiero que mueras. ─gimotea
─Ok. ─seca las lágrimas de su pequeña. ─hablaremos de esto... ─toma mucho aire. ─La vida es complicada, pero así es, nacer, crecer, vivir y en algún momento moriremos, todos lo haremos, pero eso no significa que sea malo. ─aclara. ─Lamento no poder decir que viviré para siempre, porque sabes que no me gusta mentirte, pero lo que sí te diré, es... Te amo, amo a tu hermanos, y aunque los niños no me gustan y jamás imaginé tener hijos, ustedes tres son todo lo que me mueve en el mundo. Son mí triángulo de la vida. Ustedes van a crecer, conocerán el mundo, la gente, el amor, el sacrificio y la familia, y está bien. Así debe ser. Eso es la vida. Y yo me iré cuando así la vida lo diga. Y lo único que yo quiero es, la certeza de que serán hermanos, se apoyarán entre ustedes tres, sin importar sus apellidos. Es todo. ─sonríe. ─Ahora... ─se levanta y así la niña también. ─ahora, vamos a comer pastel, porque si esperamos más, tus hermanos se comerán las fresas. ─ríen las dos.
Fin de flashback
─Los amo mis niños. ─sonríe lanzando besos al teléfono. ─mi triángulo de la vida... ─suspira viendo como la llamada ha terminado.
Del otro lado de la casa...
Un Edward malhumorado, rezagado y con una fuerte resaca se ha despertado.
Nuevamente la habitación completamente oscura, se siente como si aún durmiera, pero el dolor de cabeza y la culpa lo obligan a dejar la cama.
Con memoria muscular se guía lentamente a la ducha, abre la puerta, y al meterse, deja caer el agua fría sobre su cara.
Sabiéndose con los ojos abiertos, se siente cómodo en la oscuridad, sabiendo que no importa si sus ojos están abiertos, y él desnudo, no puede ver las marcas de su desgracia.
─Señor. ─toca la puerta.
─Qué quieres. ─bufa saliendo de la ducha.
─Traje su café, y quiero saber si desea algo en especial para el desayuno, ¿o puedo hacerlo a mi elección?. ─pregunta aún desde la puerta.
─Todo el servicio el personal tiene dia libre, y sabes que no hay excepciones. ─se deja caer nuevamente a la cama.
──No hay nadie más... ─balbucea con duda. ─si me voy...
─Desde que puedo recordar, el dia libre es el fin de semana, no hay nadie en casa más que los propietarios, ¿por que seria diferente ahora? ─pregunta sin importancia.
─Su esposa..
─Según sé, ya conoce la cocina, el jardín, las habitaciones, y la terraza. Además en el invernadero hay árboles frutales, supongo que alimentarse no será un problema. ─dice de mala gana.
─¿quiere que deje algo precocinado, o...?
─Quiero que tomes tus cosas y no vuelvas hasta el lunes por la mañana. ─lo saca a empujones de la habitación.
─Si señor... ─dice aun confundido.
La resaca física es igual o peor que la moral, por lo que no tiene el valor para dejar la habitación, quedándose en silencio en su habitación por horas, aunque en su mente una sola pregunta carcome su cerebro. ¿Que hago?
Charles no puede desobedecer a Edward, por lo que se ve obligado a dejar la casa como él se lo ha dicho, pero no sin antes hacer una guía de la casa, y los lugares importantes, como son la cocina, el jardín, el invernadero, la salida y las habitación, y ya que él no dijo nada de que no pudiese despedirse, pasó rápidamente a ver si necesitaba algo.
─Buen dia. ─toca la puerta de la habitación de Ángel, pero ella no abre la puerta. ─solo pasaba a despedirme. ─dice y ella corre a abrir la puerta suponiendo lo peor.
─¿lo despidió? ─pregunta muy preocupada.
─No. ─niega con la cabeza mientras sonríe. ─es mi dia libre. ─musita. ─Es más una regla de la casa, los fines de semana todo el personal debe irse a casa, es tiempo en familia, y yo, soy parte del personal. Y estoy bien con eso, pero no quería irme, sin antes dejarle esto. ─entrega un sobre. ─Esto le ayudará a guiarse por la casa.
─Entonces... ¿no hay nadie más en la casa? ─pregunta mirando las indicaciones.
─Solo usted, y él su esposo. ─dice esperando ver alguna reacción de ella, pero no hay nada.
─Bien, ¿y supongo que el lunes lo veré de nuevo?. ─pregunta un poco menos hostil.
─Así es. Le deseo un buen fin de semana. ─sonríe amable él también. ─
─Gracias...
─En caso de que su apetito vuelva durante mi ausencia, en la cocina hay pizzas precocinadas, y comida que le pedí al chef, que dejará para usted en el congelador. ─dice y tras un par de miradas amables y fraternales, se va.
Sin importar la oscuridad, el silencio ensordecedor, la soledad y la resaca, Edward no consigue volver a dormir, acostado sobre la cama, recuerda la primera vez que vio a Ángel, lo desconcertada que se veía, el recordar como hizo todo por ayudarlo, aun sin conocerlo, lo hace sentir como el idiota, más idiota del mundo por cómo se comportó.
Era hora de dejar su orgullo de lado, e ir a disculparse con ella por lo que había hecho.
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