─No sabía que había visitas. ─miente tan bien, que hasta Edward y Charles dudan de su sola existencia.
─Veo que lo vulgar es... ─mira sus pies descalzos. ─algo bien visto en usted. ─se acerca el anciano.
─Felicidades señora Argento por sus nupcias. ─se levanta el abogado al verla.
─Muchas gracias. ─responde muy cortés al abogado. ─De hecho. ─se gira al anciano. ─andar descalza en mi casa no es vulgar, es cómodo. ─sonrie sin soltar a Edward, quien aún no sale de su asombro con su actuación.
─Ha sido una noche muy emotiva para mi esposa. ─dice al notar que ha llorado, algo que para su fortuna no se puede notar desde la distancia que está su padre, pero si desde donde él está. Toma su mano por el simple placer de sentir su calor.
Esta vez es Ángel la que queda anonadada, sin saber que decir, se siente avergonzada de que lo haya notado, baja su mirada sin saber que mas hacer o decir.
─Bueno. ─se levanta el anciano. ─como ya lo he dicho, también es mi casa...
─No por mucho tiempo. ─interrumpe su hijo.
─Y mientras así sea, me quedaré aquí. ─añade. ─y él, es mi invitado. ─señala con la mirada al abogado. ─Tengan buena noche. ─dice llenando su vaso con licor.
─Espero que su noche sea placentera. ─dice con educación al abogado. ─y la tuya una tortura. ─le gruñe a su padre, mientras deja la sala de recepción con Ángel y Charles.
─¿a dónde vamos? ─susurra nerviosa mientras caminan, no se supone que nada de eso fuese así.
─Ve por todas sus cosas y déjalas en mi habitación. ─ordena a Charles, quien no dudó un segundo y se va por unos pasillos escondidos del lugar.
─hablaremos en la habitación. ─dice al verla aún esperando su respuesta.
Al sostener su mano por el pasillo oscuro y tenebroso de las habitaciones, puede sentir como ella presiona casi de manera involuntaria su mano con fuerza al pasar por la oscuridad, y suelta suavemente despacio cuando pasan por el área iluminada por las pequeñas lámparas, pero en ningún momento la suelta.
La habitación es aún más oscura que cualquier otra área del enorme castillo embrujado, ya que sus enormes, gruesas y pesadas cortinas cubren cualquier rendija, y es la única área que solo tiene una pequeña de las lámpara y está apagada , pues solo se distinguen las siluetas por la escasa iluminación.
─Ésta, es mi habitación. ─dice cuando están dentro.
─Es... muy bonita ─dice por cortesía muy nerviosa. Lo que le causa gracia a Edward, ya que apenas y se puede distinguir algo.
─que mi padre pase la noche aquí no estaba en mis planes. Lo siento. ─susurra muy cerca de ella, lo que la pone aún más nerviosa.
─Supongo que nadie espera pasar la noche de bodas con su padre en la misma casa. ─bromea nerviosa.
─Supongo que no. ─susurra aún más cerca. La oscuridad le daba la oportunidad de acercarse a ella sin temer a su reacción, o eso pensaba, hasta que estuvo tan cerca de ella que podía escuchar su respiración, y ante el silencio del lugar incluso sus latidos eran cada vez más acelerados, pero se detuvo en cuanto sintió presionar su mano con fuerza. No supo cómo interpretar aquello, si presionaba su mano por miedo, por nervios, o por que se sentía presionada.
─¿Está bien? ─preguntó dando un paso atrás.
─No me gusta la oscuridad. ─masculló.
─Eso lo puedo arreglar. ─susurró alejándose, pero se detuvo al notar que ella no ha soltado su mano.
─¿puedo ir con usted? ─preguntó aferrada a su mano.
─Claro. ─susurró.
Edward conoce todo el lugar a oscuras como la palma de su mano, pero Ángel no, por lo que los traspiés de Ángel no se hicieron esperar, mucho antes de dar más de dos pasos siquiera.
─No me tardaré. ─regresa con ella y la deja suavemente sobre la cama.
Lo único positivo de la oscuridad es que podría estar desnuda y nadie lo notaría, al parecer salvé la noche, pero ahora empiezo a querer ir al baño, y no sé como ir con un vestido enorme como éste.
Una luz cálida resplandece por el pasillo, asume que es Edward, por lo que se levanta con una gran sonrisa, pero esta se desvanece al ver que en realidad es su padre.
─¿qué hace aquí? ─pregunta nerviosa, sin saber hacia dónde ir.
─¿En qué habitación dormirá mi hijo? ─pregunta imponente. ─sé que es una farsa, pero quiero hablar con mi hijo, y tiene que ser ahora. ─dice más como una orden.
─Mi esposo...
─No se humille más, dígame dónde va a dormir mi hijo. ─dice restando importancia.
─Mi esposo fue por algo que le pedí. ─dice imitando la misma frialdad con la que lo dice el anciano,
─¿cuánto ganarás de esto?, aunque supongo que el p**o será en efectivo, ya que existe el pre nupcial. ─se acerca a ella con malicia. ─admito que eres bonita, tienes lo tuyo... ─se acerca aún más. ─pero estoy seguro que no vales tanto. ─masculló mirándola de pies a cabeza.
─No crea ni por un segundo que si me pone una mano encima me quedaré callada. Yo sé defenderme. ─afirma con total convicción.
─Una más de las razones por las que admiro a mi esposa. ─dice Edward en la puerta.
─Quiero hablar contigo. ─se gira a su hijo, no sin antes dedicarle una sonrisa sádica a Ángel.
─Tendrá que ser en el desayuno, si no te importa, aún tengo que consumar mi matrimonio con mi sensible, astuta e inteligente esposa. ─se acerca a ella.
─Tiene que ser ahora. ─insiste aún más firme que él.
─Solo necesito ayuda con mi vestido, y luego podrás ir con tu padre. ─sonríe, pero ésta sonrisa no es falsa y él lo nota.
Es gracioso porque realmente requiere ayuda con el vestido, además de ser por nervios ya que no se aguanta las ganas de ir al baño.
─Charles, asegúrate que mi padre espere en la oficina. ─mira a su padre de manera arrogante. Lo que lo hace salir de inmediato, incluso a Charles, ya que él tampoco entiende nada de lo que sucede, porque los últimos minutos han sido improvisación genuina de los recién casados.
Desde el momento en que la puerta se cierra y solo hay una lámpara iluminando el lugar, todo queda en silencio. Ella no entiende porqué si la lámpara estaba dentro, ¿qué necesidad tenía él para dejarla en la habitación sola?.
─Su actuación empieza a mejorar. ─dice mientras intenta acomodar la cama para ella.
─De hecho... ─musita, lo que lo hace girar a ella.
─¿Sucede algo? ─pregunta poniendo toda su atención, lo que se le hace incómodo.
─Quiero ir al baño. ─dice al balancearse de manera graciosa, haciendo una especie de baile.
─Está tras esa puerta. ─señala en dirección tras ella.
─Si, pero es que...
Continúa contoneándose más incesante.
─¿qué sucede?. ─pregunta ya un poco desesperado por la manera en la que se mueve.
─Tiene muchos botones. ─se gira por la vergüenza. ─y no puedo quitarme el vestido. ─ahora baila con movimientos limitados.
─Deje de moverse, no puedo hacerlo si lo hace. ─dice apresurado con el vestido.
─¡Rápido! ─suelta más como una orden, lo que hace del momento muy gracioso.
─Deje de moverse, no puedo hacerlo rápido si lo hace. ─dice entre risas, algo que deja a Ángel por demás asombrada. Su risa es gruesa como su vos, pero de alguna manera es melodiosa y se escucha tan sexy, y tosca como imaginó la personalidad del protagonista de su libro.
Los dos hacen una especie de mala imitación de baile tradicional de tribu indígena, mientras ella aguanta sus incesantes ganas de ir al baño, y él intenta quitar su vestido.
Todo es risas, y llegan incluso a carcajadas, mientras se quita el vestido, lo que extrañamente se escucha por todo el lugar, para asombro de todos, no solo de su padre.
Waiting for the first comment……
Please log in to leave a comment.