Dos hermosos, antiguos y brillantes candelabros plateados adornan una bien elaborada mesa, flores por doquier, un camino con hojas, y la melodiosa tonada instrumental de piano hacen de esa noche la más cálida de la temporada.
—¿Creés que vendrá? —pregunta Edward viendo su reloj por tercera vez. Algo preocupado.
El pánico juega con su paciencia y va ganando, no es su primera cita en cuatro años, es la primera en su vida. Pese haber tenido una relación antes, jamás hubo una cita, nunca nada fue tan formal, hacerlo, planearlo lo hizo muy rápido para él.
—el pasillo es largo, y está todo oscuro. —se excusa mirando una vez más por las escaleras.
Dentro de sí, rogando al cielo que realmente ella esté en camino, sabe lo mucho que le dolería a su amigo si ella decide no llegar a la cena.
—¿Y si realmente sigue enojada conmigo y no sube a cenar? —ladea su cabeza cual niño pequeño. Empieza a arrepentirse de su decisión, mira todo, tan elaborado, tan arreglado, tan formal y de pronto, todo empieza a verse como exagerado.
—Calma, la señora no debe tardar. —insiste en calmarlo. —solo espere aquí, yo iré por ella. —dice, dejando hasta el último detalle listo.
—Si no quiere venir, no le insistas. Detener sus razones. —dice y Charles asiente.
Da un vistazo a la mesa, y así también lo hace Edward, dejando escapar un largo suspiro.
—wow. —dejó escapar muy sorprendida, y eso hizo que los dos voltearon a ver.
Charles seda cuenta el rubor extra en las mejillas de ella, pero Edward no lo nota, por lo que tiene que carraspear para que Charles se vaya.
—Estaré abajo. —dice bajando enseguida, llevándose con él a la mujer que la ha llevado. —¿Quien es el responsable? —susurra muy molesto.
—La señora a tomado sangría, no sé porque lo ha hecho, espero eso no enoje al señor. —dice va rezando en su mente.
—Te ves hermosa. —sonríe tendiendo su mano al verla algo sonrojada, asume que es por la cena.
—Tú también te ves muy guapo. —sonríe ella tomando su mano, viéndola como si fuese la primera vez que la sostiene.
—tus guantes son muy suaves en verdad. —los ve detalladamente.
—gracias... —musita que se comporta extrañamente confiada.
—Nunca había tenido una cena así de bonita, todo se ve muy romántico, hasta diría que realmente pareces enamorado de mi. —rie bajito mirando a su alrededor.
—De ser así, ¿Algo cambiaría? —se acerca despacio, discreto y con sigilo, y la toma por la cintura.
—Eres muy guapo, besas muy bien, enamorarse de ti es fácil, pero que tú. —lo señala con el brazo que se supone debería tener cabestrillo. —estés enamorado de mí, eso ya es raro. —se tambalea un poco, pero lo disimula bien al ver si zapato.
—Lo siento. —suspira entre cortado al estar demasiado cerca de ella. —No debí comportarme así cuando llegamos del hospital, no volverá a pasar. —se acerca con la fija intención de besarla, pero ella se tambalea una vez más.
—perdón. —estalla en risas. —pero, me duelen los pies, estos zapatos son muy altos y tengo mucha hambre... Hace pucheros de niña pequeña.
Esto es confuso, pero él decide no juzgarla, y solo hacer de esa cena, la mejor de todas.
—El chef...
—¡Giorgio! —lo interrumpe muy divertida. —lo conocí hace rato, es muy agradable, aunque no entiendo nada de lo que dice. —se aferra a él, al sentir que se cae.
—Sí, él ha preparado todo para esta...
—¿Sabes lo sexi que eres? —vuelve a interrumpir.
—¿Estás bien? —vuelve a preguntar.
—tengo sed, ¿Puedo tomar algo? —Pregunta haciendo un barrido visual en toda la mesa.
Edward aún no entiende si lo que hace es para molestar o solo juega, pero mantiene la idea de una buena cita.
Le ofrece rápidamente un poco de vino, y se sirve el también.
—Esto sabe muy rico. —sonríe tras dar un par de sorbos, termina sentándose a la mesa.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —dice al sentarse frente a ella.
—¿Ya lo probaste? —pregunta al destapar el plato. Ella ya sabía lo que había, ya que ella ha estado en la cocina probando todo.
—No, pero el chef...
—Yo ya lo he probado, y está delicioso. ¿Te parece si empezamos? —dice y él asiente.
Ya no es para nada una cena agradable, ni romántica, ni nada íntimo, ella lo ha convertido en una mala imitación de comedia.
—Nunça tuve una cena, ¿Sabes?. Mi vida no ha sido muy "rosita" que digamos...
—¿porque dices eso? —pregunta intentado rescatar lo que queda de la noche.
—dime algo de tí, algo que nadie más sepa, y yo te diré algo que quieras saber. —dice divertida.
Bien, tal vez esa no sea una noche romántica, pero definitivamente sería una noche para conocerse.
—si digo que me enamoré de tí, ¿Que dirás? —pregunta mientras cena.
—Te preguntaría, ¿por qué?, no sabes nada de mí, apenas sabes mi nombre, ni siquiera sabes que me gusta o que no... Y yo tampoco sé nada de tí. —da un sorbo más.
—Sé que te gusta el vino. —señala con gracia. —que no habla italiano, por esa graciosa y mala imitación que haces. Te gustan las hamburguesas, no te gusta la oscuridad y sabes nadar. —le sigue la broma. —Ah, también sé que te parezco sexi, atractivo y te gusta besarme.
—Bien. Digamos que tienes razón, pero... —se levanta. —¿Que te hace pensar que me gusta besarte? —pregunta caminado hacia él.
El licor que antes a ingerido Edward, más el vino que ha tomado empieza a hacer efecto, por lo que decide dejar de tomar, e ir hacia ella.
—¿Está ebria? —pregunta rodeando su cintura con ambas manos.
—No. —Se retrae. —solo estaba feliz de poder salir de la oscuridad. —se queda impregnada en su mirada.
—¿Crees que si estás ebria, olvidarás para mañana lo que diré ahora? —pregunta y pese a que ella no está lo suficientemente ebria para olvidar lo que dirá, asiente.
—Mañana, al despertar, no sabré ni como llegué a la habitación. —musita ansiosa por saber lo que tiene que decir.
Ciertamente Ángel estaba algo ebria, pero no lo suficiente para olvidar, pero después de eso, empezó a exagerar para que él creyese que realmente estaba muy ebria.
—Me gustas. —susurró él, mientras se movían al son de la música. —y ahora no sé cómo haré cuando no estés, y sé que tal vez, no sientas lo mismo, pero después de ese último beso, quiero apostar a que no me equivoco, y ruego al cielo no hacerlo. —dice más como una súplica. —te quiero aquí, conmigo. No quiero que te vayas, quédate. —susurra antes de dar un corto y tierno beso.
—Me gustas, y si me gusta mucho besarte, pero...
—¿Qué? —dice presionando su cuerpo con el de ella.
—Llevame a tu habitación. —dice ahora ella acariciando su cabello.
—¿Estás segura? —pregunta confundido. —No creo que...
—Estar ebria me hace decir la verdad, me hace actuar de manera sinvergüenza, y te aseguro que aunque mañana no recuerde nada, definitivamente quiero hacerlo. —dice y él asiente.
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