Sentada en la cama ve por la ventana como el sol brilla, el bosque se ve tan tenebroso aún en el dia, tal vez sea el hecho de haber crecido viendo películas de terror.
Mira los libros, pero después de todo lo que pasó, lo último que quiere es leer. No tiene animos de nada, de leer, de escribir, de nada. Acostada en la cama, viendo videos que sabrina le ha enviado de Jota, y la tía de los hijos mayores le ha enviado de ellos.
Estaba por quedarse dormida cuando escuchó la puerta.
─Señora Argento ─dice Ernestina del otro lado.
─Pasa... ─dice levantándose.
─El señor ha ordenado que si usted no va a comer a la mesa, lo haga en el jardín, o le puedo traer a la habitación si lo desea. ─dice apenada.
─No tengo hambre. ─regresa a la cama. ─si deseo comer algo, te lo haré saber. Por favor, no quiero ver a nadie, a menos que yo llame. ─dice y ella asiente cerrando la puerta.
Ángel se levanta y cierra todas las puertas con seguro, se acuesta y se queda allí.
Nada de esto tiene sentido, no entiendo que es lo que sucede, pero si puedo elegir permanecer aislada hasta irme de aquí, es mi elección. Es lo que quiero. Ya una vez permanecí por tres meses sin casi nada de comida, unos días no serán un problema. Lo único que tengo que hacer, es esperar. ─deja escapar un suspiro.
─Señor. ─se acerca Ernestina a la terraza, donde está Charles, cuidando a un Edward muy ebrio. ─la señora Argento pidió no ser molestada, y se negó a comer. ─dice con recelo.
─No puede negarse, ella debe comer. ─dice enfático.
─Lo sé, pero la señora se ve triste, y enojada. ─recalca. ─Dio la orden de no ser molestada a menos que ella nos llame. ─dice viendo con asombro a Edward sentado en el suelo, con los labios morados ebrio.
─Ve a abajo, deja todo en su lugar. Lo que se pidió para abastecer la cocina para este mes está por llegar y es mucho. Cuando todo esté listo, avisa al personal que pasen por la oficina por su cheque, sus días libres no se verán afectados por el matrimonio del señor. ─advierte y esta se retira sin pregunta, ni objetar nada.
Las horas pasan y la Ángel no ha llamado ni pedido comida, solo se quedó acostada, mirando una y otra vez lo mismo videos hasta quedar dormida, pero al despertar, lo primero en lo que piensa es en Fernando.
¿Por qué él iría a verla al hospital?, ¿porqué mentiría sobre ello?
Mira el teléfono, busca en los contactos hasta llegar al número de Fernando, llamar o no llamar.
La duda la carcome desde lo más profundo de sí.
Desiste de llamar y deja el teléfono de lado.
—Señora Torres. —toca la puerta Charles al caer la noche.
—¿qué? —dice desde su cama.
—Tiene que cenar. —dice desde el otro lado de la puerta.
—No tengo hambre. Gracias. —dice.
—Señora... —insiste.
Ángel se levanta y abre la puerta.
—No tengo hambre, de ser así ya habría pedido comida. —lo ve fijamente a sus ojos. —Ppr favor, no insista más. Y disculpe, pero quiero dormir. —dice y cierra la puerta una vez más y se asegura de que él escuché que pone seguro.
La enorme mansión vuelve a estar a oscuras al llegar la media noche, todas las luces se apagan, menos la lámpara junto a la cama de Angel.
El silencio es ensordecedor, puede escuchar su corazón latir, el mínimo movimiento de su cuerpo sobre la cama, puede escucharlo.
Confundida, enojada y aún con esa pregunta pendiente de ¿por qué?, levanta el teléfono y marca por fin el número de Fernando.
—Hola. —da un brinco de la cama al escuchar su voz.
—¿cómo estás? —susurra ella dejando escapar unas lágrimas por lo mal que se siente en ese momento.
—No esperaba su llamada, pero me alegra recibirla. —dice del otro lado.
—Hablé con Sabrina... —deja escapar un suspiro. —ella no sabía nada de su viaje al hospital. —dice y se puede escuchar como él carraspea nervioso.
—Sí... —toce a propósito. —respecto a eso...
—Antes de que diga algo, quiero decir que no me gustan las mentiras, las detesto, y si voy a recibir mentiras, será mejor que no volvamos a hablar. —dice y levanta el teléfono con la intención de colgar.
—Es difícil. —dice y ella desiste de colgar.
—Lo que sea que lo hiciera volar al otro lado del mundo, no creo que sea tan difícil. —dice con cierta gracia. —estamos a no sé cuántos miles de kilómetros de distancia, solo hay un teléfono frente a ti, dime. —insiste.
—¿No será cobardes aprovechar de tal ventaja? —pregunta también con gracia él.
—No lo sé, creo que es de cobardes mentir, maltratar, lastimar y humillar. Es de valientes decir la verdad. —suspira con nostalgia.
—¿no estás bien, verdad? —pregunta haciendo una pausa, pero ella no responde, solo puede escucharla respirar.
Hay muchas cosas que quería decir, pero después de lo que él escuchó en el hospital, ¿cómo le diría la verdad?
—Escuché a mi hermana hablando con la señora Sabrina cuando hablaban del viaje. Decían que volvería a tiempo para reincorporarse al trabajo, pero a la señora Sabrina le preocupaba que estuviera sola, en un lugar extrano, sin saber siquiera el idioma, y pensé que talvez, si estaba cerca...
—Me dió gusto verte en el hospital. —hace una pausa, pero antes de que él diga algo continúa. —No me gusta decir mentiras, así que no daré detalles de lo pudo o no, haber escuchado o visto en el hospital, pero diré que, realmente me gustó verlo de nuevo. —suspira.
—Yo solo...
—Quiere mi amistad, lo sé... —musita intentando disimular su enojo.
—Me gustaría decir tantas cosas, pero supongo que en el fondo, después de todo... sí soy un cobarde. —susurra.
—En ese caso... —mira la hora. Es casi media noche, lo que hace que sea aún demasiado temprano para tenerlo despierto, por lo que decide cerrar la llamada. —será mejor que duerma.
—Que tengas buena noche. —suspira con añoranza. —Duerme bien, mi angel... —suspira casi inaudible, pero ella lo ha escuchado justo antes de cerrarla.
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