Sus ojos son demasiado azules, definitivamente traspasa el gusto hasta llegar a la envidia.
─Señor. ─se acerca Charles nada discreto. Edward aborrece a su amigo e imagina un par de veces cómo sería hacerlo desaparecer por los siguientes cien años. Más imprudente no pudo ser.
─¡qué! ─se gira de mala gana soltando a Ángel con delicadeza.
─Su padre ha organizado una especie de fiesta con toda su familia. ─Muestra las cámaras de la entrada.
─¿Porque diablos hizo eso? ─enfurece muy rápido.
─Al parecer, dijo: es una fiesta sorpresa por la boda. ─dice y ambos caminan de regreso a la casa, ella está por quedarse ahí sin entender qué pasa, pero el se regresa, toma su mano y la lleva dentro. ─están todos en la entrada, estarán aquí en un par de minutos. ─dice alerta.
─Bien. ─mira a Ángel. ─Si quieren un espectáculo, lo van a tener, pero será de mi padre. ─dice y ella, pese a no entender a lo que se refiere asiente.
─Le comunicaré todo lo que suceda. ─dice y él se va con su esposa de la mano.
Yo no entiendo nada, pero camino de su mano. No había tomado en cuenta que tan largas son sus piernas hasta que noto que mientras el camina, yo debo correr o saltar, de lo contrario sería arrastrada como las brujas de Salem.
─La familia de mis padres es muy apreciada para mi, y he mantenido mi distancia porque no he querido causarles daño, pero mi padre es astuto, y sabía que de hacerlo yo me vería obligado a estar. ─dice encerrándose con ella en la habitación.
─¿qué puedo hacer para ayudar? ─se ofrece enseguida al verlo caminar de un lado al otro en la habitación como león enjaulado.
─Esto no estaba en mis planes... ─balbucea sin detenerse.
─¿tan malo es? ─pregunta ya preocupada por su reacción.
─Son personas amables y cariñosos con los suyos, pero con personas de fuera...
Era claro que a él no le preocupaba su familia por lo que pudieran decir de él y su condición médica, sino porque sabía que le harían algún desaire a ella.
─Pero... estamos casados, se supone que en teoría soy parte de la familia ahora. ─sonríe intentando mejorar la situación.
─No los he visto desde hace más de cuatro años, y...
─Me vestiré adecuadamente, me voy a comportar a la altura, y no haré o diré nada que lo avergüence. ─dice asintiendo nerviosa mientras saca ropa para ver cuál será el mejor atuendo.
Edward abre la ventana de la habitación y ve como todo el lugar se llena de autos de lujo de colores llamativos.
─Esto va a ser un pandemonio. ─musita negando con la cabeza.
─¿qué es realmente lo que pasa? ─pregunta al notarlo más extraño de lo normal.
─La familia de mi madre son amorosos, educados y siempre lo han sido, pero la familia de mi padre, siempre ha sido una competencia para ellos, no quiero tenerlos cerca.
Su teléfono vibra, lo revisa y niega con la cabeza. ─¡mierda! ─gruñe camino a la salida.
─¿A dónde va? ─pregunta confundida, se supone que estarían juntos.
─Puede recibirlos como la dueña y señora de la casa. ─se gira a ella. ─yo iré a hablar con mi padre...
─Pero no tengo un espejo, ¿como veré si me queda bien o no?, ¿puede conseguir un espejo para mi? ─pregunta, viéndolo irse sin decir más nada.
─¡Genial! ─se encoge de hombros al verse sola.
No soy experta en moda, ni en maquillaje. No sé cómo esperan verme, pero ¡¡por favor dios del buen gusto, ven a mi!!. ─ruega para sus adentro.
De toda la ropa que hay en el closet, hay un vestido floreado azul con mangas caídas, un escote pronunciado, con cintura ajustable de corset. Aún es temprano, ¿que tan mal se puede ver? ─pensó. ─combinado con unas sandalias brillantes de tacón grueso mediano y tira tobillera, el cabello suelto y un maquillaje natural, seguramente no se ve tan mal. Todo cambia, menos el cabestrillo, así que se lo quita.
─Eres fuerte, valiente, y lo que digan los demas te vale tres hectáreas de pepino rancio, así que vé, parteles su mandarina en gajos y regresa ilesa aqui para dormir como un bebé. ─se dice a sí misma mientras ve su reflejo en el pequeño espejo de mano.
Tocan la puerta, y una gran sonrisa aparece en su cara, ella cree que es Edward que ha vuelto por ella, pero al abrir la puerta, es Charles quien la espera, lo que hace que su sonrisa desaparezca enseguida.
─El señor se disculpa, pero no quiere ver a nadie. ─dice al señalar el camino.
─¿Está bien? ─pregunta mirándose a sí misma una y otra vez. ─Debería cambiar algo, ¿no se ve bien, verdad? ─intenta regresar.
─El señor esta bien, solo se niega a ver a la familia en su estado. ─recalca.
─Claro. ─asiente caminando con duda.
─Usted debe conocer a la familia de él más tiempo, ¿algún consejo? ─pregunta retomando tanto aire como sus pulmones se lo permiten, y sonríe mientras sacude sus manos por lo nerviosa que está.
─Solo puedo acompañarla hasta aquí. ─dice dejándola a mitad del pasillo. ─órdenes del señor. ─dice alejándose.
Esto no es cobardía, es mucho peor que eso, estoy aterrada, las familias no son lo mío, y ahora este me deja aquí sintiéndome como una vaca yendo al matadero. ─pensó dando pasos lentos hasta las escalera.
Se pueden escuchar los murmullos de las personas, la música suave, como chocan las copas y celebran. Ella nerviosa y llena de incertidumbre se mantiene de pie, pero alguien la ve.
─Tú, debes ser la nueva ama de llaves. ─dice dándole un sorbo largo a su copa mientras se acerca.
─No. ─sonríe. ─yo...
─Es la esposa de tu primo, ¿no lo sabías? ─aparece el anciano de la nada, como el mismísimo demonio. ─seguramente por sus fachas no fue difícil confundirte, pero...
─¿sobrina suya? ─pregunta mirando al anciano.
─¿cómo lo sabes? ─preguntó ella tan asombrada cómo confundida.
─Mi esposo me habló de su familia, de la que es respetuosa, que ama, y también la de su lado de la familia. ─dice mirando al anciano con una gran sonrisa, haciendo que la de él se borre.
El gesto de desagrado de aquella mujer no se hizo esperar.
─¿Y dónde está Edward?, no creo que quiera perderse de su propia fiesta. Él ama las fiestas... ─lo busca con la mirada.
─Él... ─mira por todos lados, hasta que ve a Charlie a cierta distancia, pero él niega con la mirada. ─iré por algo de tomar. ─dice bajando las escaleras, llamando la atención de todos a su alrededor.
Todos la ven, unos discretos, otros incómodamente directo a ella, la mayoría murmuran y critican todo lo que ven en ella, y más de uno la juzga con la mirada, mientras se abre paso.
─Tu debes ser la inapropiada afortunada. ─dice un hombre apuesto algo mayor acercándose a Ángel, y le entrega una copa.
─no puedo beber, estoy tomando medicación. ─dice señalando su brazo sin moverlo.
─Es una grosería no aceptar una copa al primo hermano de tu esposo. ─se acerca haciendo un barrido visual por demás inapropiado.
─Usted es la viva representación de una grosería, no se insulte. ─se gira para irse de allí, pero este tiende su mano para detenerla, entonces llega Edward y se atraviesa.
─Ella no es como las demás. ─dice tomándola por la cintura.
Ángel está avergonzada, enojada, y frustrada por la manera en la que la dejó sola que no quiere ni verlo, por lo que ve a todos a su alrededor, menos a él.
─Solo charlamos. ─se defiende con una risa algo burlona.
─Se ve muy bien... ─susurra Edward a su oído con discreción, pero ella no quiere verlo.
─Recibamos a los novios. ─dice el Charles llamando la atención de todos a Edward y Angel.
─Pensé que estaría feliz, después de todo, he hecho lo que me ha pedido. ─dice y solo entonces ella levanta la mirada a él.
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