El corredor del hotel estaba tenuemente iluminado, con suaves luces doradas que proyectaban un cálido resplandor sobre el elegante papel tapiz. Leo y Elisa llegaron cuando ya estaba oscuro.
Se perdieron en su conversación que ni siquiera notaron el cielo grisáceo. Hablaron sobre sus vidas, olvidando el pasado doloroso y enfocándose en los hermosos recuerdos que tenían, ya sea que incluyeran o no al otro.
Caminaron de la mano, sus dedos entrelazados con una intimidad recién descubierta. Los ojos de Elisa brillaban de emoción y Leo no pudo evitar sonreír como un colegial que se ganó una cita con su primer enamorado.
Esperaron en silencio el ascensor, sintiendo una tensión tácita entre los dos. Entraron en el ascensor, y cuando las puertas se cerraron y envolvieron a la pareja en ……
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