Capítulo — El legado de la sangre
La tarde caía lenta sobre la manada, derramando su peso sobre cada rama, cada piedra y cada respiración contenida. El bosque no solo susurraba, parecía lamentarse, como si también supiera que algo estaba cambiando. Las hojas secas que arrastraba el viento parecían cargar historias, secretos y advertencias.
Aunque el grito del Alfa había sido silenciado horas atrás, su eco seguía flotando como un lamento que no encontraba descanso.
Mariana caminaba al lado de Mónica. Sus pequeñas botas dejaban huellas apenas visibles en el sendero de tierra húmeda. A su alrededor, las casas de piedra y madera parecían más grandes y silenciosas que la última vez. Los lobos cruzaban de un lado a otro, algunos en forma humana, otros no, pero todos le parecían ahora lejanos y dife……
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