Capitulo:Promesas y juramentos
El reloj en la pared marcaba las once de la noche. Cada tic-tac era un eco sordo en la casa de los Sáenz, un recordatorio de que el tiempo se agotaba. La noche parecía más oscura de lo habitual, como si la luna misma se hubiera ocultado, presagiando lo que estaba por venir.
El aire estaba cargado de tensión, de silencios pesados que anunciaban decisiones irrevocables. Las sombras de la sala parecían alargarse más de la cuenta, como si la misma casa intentara advertirles que después de esa noche, nada volvería a ser igual.
Mónica descendía las escaleras con las maletas en la mano, su postura firme, su mirada indescifrable. Cada paso resonaba en el suelo de madera, marcando el inicio de un viaje sin retorno.
Demián la observó desde la sala, con la espalda recta, pe……
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