Dominic Ivankov
Llegué a la mansión y cerré la puerta principal con un golpe seco. Caminé por el pasillo con pasos medidos, como si el suelo pudiera desmoronarse bajo mis pies en cualquier momento. La rabia y el deseo aún ardían en mi sangre, un veneno que no podía erradicar.
Trina. Ella era mi obsesión. Desde que la conocí, no había un solo día en que no pensara en ella, pero creí que una vez que empezara con mi plan de venganza, dejaría de ocupar mis pensamientos, pero no había sido así.
Esa maldita mujer creía que iba a salirse con la suya, no sabía en lo que se había metido. O tal vez sí lo sabía, y por eso se resistía a quebrarse.
No importaba.
Ella iba a romperse, pero solo yo lo haría.
Mis manos se cerraron en puños cuando llegué al salón principal. Caminé al balcón, el viento m……
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