Trina.
Cuando vi a los hombres bajar armados, el miedo me recorrió la espalda como un sudor frío. Los latidos de mi corazón se aceleraron y eché mi cuerpo hacia atrás, conteniendo mis ganas de salir corriendo.
El aire nocturno, que minutos antes me acariciaba la piel con frescura, se volvió espeso, denso, como si la oscuridad misma me envolviera en un abrazo cruel.
Los hombres se acercaron en formación, como depredadores que han encontrado su presa.
Sentí mis pies, hundiéndose levemente en la arena, el cuerpo rígido, temblando ante la inminencia de algo que no lograba comprender del todo.
Dominic se paró frente a mí y los hombres se detuvieron a pocos metros de nosotros.
Uno de ellos sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
—Ivankov —repitió el hombre con una sonrisa torcida—. Parec……
Waiting for the first comment……
Please log in to leave a comment.