Lucía
Ayer me besaste y no podías parar
Y me bailaste hasta el amanecer
Cuando desperté yo te quise llamar
Y ahora me dice que borró cassete.
Borro cassette, Maluma
Buenos Aires, mayo 2007
Cuando desperté el sábado Fabio no estaba por ningún lado. se había ido sin despedirse. Le mandé un mensaje, y no me respondió. Intenté llamarlo, pero su teléfono daba apagado. El domingo me fui para mi pueblo, y no volví hasta el viernes. así que toda esa semana transcurrió sin el más mínimo contacto entre nosotros. Jessica tampoco había hablado con él, porque cada vez que ella llegaba al departamento de Juan, Fabio se iba o se encerraba en su habitación, casi como si la estuviera esquivando.
El viernes estaba algo ansiosa, ya que tras una semana en que había desaparecido de la faz de la tierra, lo vería nuevamente en el bar, no me había mandado mi un puto mensaje en 7 días. La verdad es que estaba bastante enojada, porque suponía que merecía una respuesta a los mensajes que le había enviado, después de la noche que habíamos pasado juntos.
Me había vestido como una puta diosa, quería estar radiante para cuando me viera dejarlo sin palabras. Llevaba un vestido muy corto, con un estampado escoces que imitaba un jumper escolar, un panty medias negras y unas botas que me llegaban hasta la rodilla, tenía el pelo suelto alisado y estaba maquillada con un look natural, resaltando mis labios con un brillo sabor cereza como si tuvieran un cartel de neón que indicaba que estos labios estaban aptos para ser besados.
Llegué al lugar caminando con paso seguro, nunca antes me había sentido tan sexy en toda mi vida como esa noche. Sonreí de tal manera que la sonrisa se salía de mi cara, mientras abría la puerta del local. Los recuerdos de la apasionada noche del viernes pasado, hacían acelerar los latidos de mi corazón, parecía que iba a salirse de mi pecho.
Y lo vi.
Fabio estaba sentado con una chica sobre su regazo.
Era Mariela Gutiérrez, una de nuestras compañeras con la cual no me llevaba muy bien, aunque a decir verdad ella me detestaba porque Fabio estaba todo el tiempo conmigo.
Él tenía los ojos cerrados y ella su boca apoyada sobre el cuello masculino, clavando sus dientes en el mismo lugar donde yo había dejado marcados mis besos hacía unos días.
Me detuve apoyando una mano en una silla para sostenerme, las lágrimas amenazaban con salirse de mis ojos. Respiré profundamente buscando la manera de calmarme y no iniciar un escándalo al cual no sabía si tenía derecho.
—Ya está. Ahora solo te queda mi marca— anunció riendo Mariela.
Fabio giró la cabeza y le dio un beso en los labios.
En ese momento me di cuenta que había sido una estúpida, que para él solo se había tratado de sexo y nada más. Que no había habido ninguna conexión como yo había sentido.
Nicolás Moreyra, uno de los chicos que estaban con ellos me vio y me llamó para que me acercara.
Respiré hondo, saqué pecho y caminé bamboleando las caderas. Como no había ninguna silla disponible, me acerqué a mi amigo.
—Nick me puedo sentar sobre tus piernas? — le dije al oído y acto seguido tomé asiento sobre su regazo sin dejar de mirar a Fabio.
—Hola Lucía. ¿Qué tal estuvo tu semana? — preguntó Mariela sin dejar de toquetear a Fabio.
—Emocionante es poco. Me fui a mi pueblo y salí con unos amigos. Una semana descontrolada a full. Así que no me puedo quejar—. respondí sin mirarlos.
—¿Amigos hombres? — preguntó Mariela, ponzoñosa como sólo ella podía ser.
— Por supuesto— respondí, tomando un trago de cerveza del vaso que estaba sobre la mesa y pasando un brazo por detrás de Nicolás, como si lo estuviera abrazando.
Fabio se quedó sin habla y empezó a toser, se le había atragantado lo que estaba tomando.
Jamás le demostraría lo que me había causado verlo así. Si no me había roto en pedazos cuando Gonzalo, mi novio de toda la vida me había metido los cuernos con una de mis mejores amigas, no me iba a quebrar por Fabio Ferrari.
Que equivocada estaba.
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