Lucía
Que, cuando no estás, me falta el aire
Eres la razón de mi existir
Amor, por favor, nunca me faltes
Porque tú eres todo para mí.
Nunca me faltes, Antonio Ríos
Buenos Aires, noviembre 2007
Despues de esa madrugada en la que borracha me había desvestido frente a Fabio, después de que le me había rechazado porque supuestamente yo era una chica para estar de novio, fingí no acordarme de nada, por mi propio bien, claro está. Fabio y yo, jamás habíamos vuelto a conversar sobre la noche que habíamos pasado juntos.
De hecho, él había empezado a hacer los trabajos de la universidad con otros compañeros, y yo había empezado a trabajar con Nicolás y sus amigos, manteniendo una distancia prudencial entre nosotros.
Noviembre había llegado, y debo confesar que llevaba un poco más de un mes saliendo con Nicolás, mi nuevo compañero de estudios. Sin embargo, aún no habíamos pasado de unos cuantos besos y caricias. Pues realmente no me despertaba la pasión que había sentido con Fabio, pero de todos modos, la pasaba bien cuando estaba con él, sin complicaciones.
En el cumpleaños de Juan, Fabio y yo habíamos vuelto a hablarnos. Esa noche, habíamos ido a bailar, y volvimos a hablar y pasarla bien juntos, como antes de la noche en que habiamos estado juntos.
A favor de él debo decir que la que quiso ignorarlo todo ese tiempo había sido yo, y él había respetado mi decisión.
Pero volvamos a noviembre del 2007. Jessica y Juan llevaban ya ocho meses juntos, y era casi un residente más de nuestro departamento. Era obvio que en cualquier momento iban a querer vivir juntos, y a mí me tocaría buscar compañera de piso para poder seguir costeando el alquiler. Esa noche, nos habían invitado a comer porque querían hablar con nosotros. Es decir, con Fabio y conmigo.
No voy a negar, que me vestí poniendo mucho esmero en verme divina esa noche. Me había puesto un solero rojo algo corto, con un estampado de pequeñas florcitas amarillas, a juego con unas sandalias rojas sin tacón, y llevaba el cabello recogido en una coleta alta, dejando al descubierto mi cuello porque ya hacía un calor insoportable en Buenos Aires. Completaba el look con un maquillaje muy natural, y un brillo sabor cereza.
Había llegado puntual al bar, pero mis amigos no habian aparecido aún. Me senté y pedí una cerveza, para paliar el calor de la noche.
Estaba mirando la puerta, para ver si llegaban Jessi y Juan, cuando vi entrar a Fabio. Vestía una remera negra de los Rollings Stones, que le quedaba como una segunda piel, un jean algo roto y zapatillas negras. Su cabello estaba un poco despeinado como siempre, y una barba de pocos días que le daba un look peligrosamente sexy. Al verlo llegar se me había secado la boca, y tuve que tomar un trago de cerveza para disimularlo.
— Hola Lu— me saludó con un beso en la mejilla — ¿todavía no llegaron?—.
— No, deben estar garchando — respondí fastidiosa mirando mi reloj y me llevé un cigarrillo a los labios. Fabio me quitó el tabaco de la boca y se lo llevó a la suya para encenderlo y dármelo.
Tenía la puta costumbre de hacer eso, y me volvía loca cada vez que rozaba mi boca con sus dedos.
— Gracias — respondí chupando con fruición el cigarrillo.
— Estás muy linda —.
— No mientas— respondí.
—Pareces una frutillita con ese vestidito — arrojó encendiendo un cigarrillo.
¡Comeme entonces! en lugar de tratarme como si fuera la mejor amiga de tu puta vida.
Desde el cumpleaños de Juan habíamos vuelto a estar todo el tiempo juntos. Éramos amigos, o al menos eso intentábamos, y aunque no habláramos del tema, había una cierta tensión s****l flotando entre nosotros todo el tiempo. Esos comentarios, eran moneda corriente, y estábamos todo el tiempo lanzándonos indirectas, pero sin cruzar la línea imaginaria que habíamos trazado entre nosotros.
Estábamos conversando cuando llegaron nuestros amigos.
— Llegaron los tortolitos— dije mirando mi reloj.
— Ay perdonen la demora— dijo Juan tomando asiento al lado de Fabio.
— Chicos tenemos que contarles algo— dijo Jessica sentándose a mi costado.
— No me digas que voy a ser tía— giré todo el cuerpo mirando seria a mi amiga.
— Ay no boluda, nada que ver— negó Jessica riendo.
— ¡Nos vamos a vivir juntos!— gritaron los dos al unísono.
La abracé y las dos empezamos a los gritos como dos nenas chiquitas.
Fabio hizo lo propio con Juan, palmeando su espalda.
— ¿Qué bueno y dónde van a vivir?— pregunté — ¿te venís a vivir con nosotras? — dije mirando a Juan.
— De eso es de lo que queríamos hablarles — agregó Juan carraspeando.
— ¿Qué? ¿Jessica viene a vivir con nosotros? — inquirió Fabio a su amigo.
— Frío, frío — respondió Jessica sonriéndo.
— No, entiendo. ¿van a alquilar un departamento nuevo? — dije sin entender cuales eran los planes de ese par.
— Mmmm, no — intercedió Jessica — les proponemos hacer un cambio de residencia, permanente.
— Sigo sin entender — dije cruzando los brazos sobre mi pecho.
— La idea es que ustedes se queden en nuestro departamento— anunció Jessica mirando en mi dirección.
— Y Jessi venga a vivir conmigo a nuestro departamento — explicó Juan a Fabio.
— ¿Ustedes están en pedo? — pregunté con voz chillona.
— Yo no tengo problema — rspondió Fabio — la petisa y yo nos llevamos de puta madre, no puedo pedir mejor compañera de piso — agregó mirándome con una sonrisa de costado, dejando ver su maldito hoyuelo.
— Vos estás loco, flaco— exclamé— y ustedes son dos delirantes — señalé a la feliz pareja — denme unos días para buscar una compañera de piso, o si no me busco un trabajo para poder pagar la parte de Jessi—.
— ¿Por qué no queres que viva con vos? — preguntó Fabio alzando una ceja divertido con mi reacción.
Porque me voy a morir si te veo entrando todas las noches con una mina distinta, quise gritarle.
— ¡Por qué es una puta locura! — exclamé enardecida.
Jessica se levantó y me abrazó. Fabio se levantó y se llevó a Juan a la calle.
— Amiga por favor. Aunque sea un tiempo aceptalo, porque si no Juan y yo no vamos a poder irnos juntos — me dijo haciendo morritos.
— Jessica no me hagas puchero y ojitos — dije riéndome mientras veía como mi amiga movía sus pestañas.
— No puedo vivir con Fabio, Jessi—.
— ¿Todavía te pasan cosas con él?—.
—No, nada que ver — mentí —.
— ¿Y entonces? ¿Qué problema tenés?—.
— Boluda, es hombre. No da vivir con él. Como si fuera una amiga mía —.
—Ay Lu, no seas tonta. Pongan reglas y listo —.
Cómo si fuera tan sencillo.
Me levanté para ir al baño, y al volver la vi a Jessica tan abatida, sentada sola a la mesa Y se me rompió el corazón al ver a mi amiga, que había encontrado al amor de su vida, triste porque mi negativa era la que impedía que concretara su sueño. Y eso me ablandó el corazón.
— Ok, dale. Aunque sé que me voy a arrepentir de decir que sí una vez más a una de tus locuras— le dije al oído mientras la abrazaba.
Jessica se giró, se puso de pie y me abrazó.
— Gracias, hermana. — me dijo abrazándome con los ojos llenos de lágrimas. Las dos lloramos de emoción.
Juan y Fabio regresaron a la mesa.
— Gracias, Lu — me dijo Juan tomándo mi mano — te prometo que este — señaló con un gesto de cabeza a Fabio — es muy buen compañero de piso, limpito y ordenado—.
— Ok, y ¿cuándo quieren hacer la mudanza? — rspondí obviando ese último comentario.
— El próximo fin de semana — dijo Jessica.
Y así fue, como el último fin de semana de noviembre de 2007, Fabio Ferrari y yo, terminamos viviendo bajo el mismo techo.
Waiting for the first comment……
Please log in to leave a comment.