—Esto va a ser un desastre —murmuró Sofía mientras estaba en su habitación.
Sacó su maleta y comenzó a llenarla con precisión. Cada prenda doblada a la perfección. Sus ojos miel se detuvieron en el peluche en la esquina. Lo tomó con cuidado.
—Mi osito bandido —, susurró, abrazándolo con una sonrisa.
Recordó cuando su padrastro se lo regaló al cumplir sus diez años, antes de casarse con su madre, y desde ese momento se había convertido en su inseparable compañero, aun de adulta dormía con él.
Sus pensamientos volaron a Lukas. Esa sonrisa arrogante. Esos ojos azules, burlones.
—Tengo que buscar la manera de que huya de la casa, de que renuncie, para yo quedarme con ella. Así que prepárate, Lukas Martinelli —murmuró. —Porque no tienes idea de con quién vas a lidiar.
Sofía……
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