En la habitación, Sofía, a pesar de su achispamiento, se le ocurrió una idea.
—Armando, necesito que hagas algo por mí ¿Lo harías? —preguntó maliciosa.
—Lo que tú me pidas mujer, sabes que estoy para complacerte —respondió Armando sin dejar de observarla, mientras ella sonreía con una expresión divertida.
Entretanto, fuera de la habitación, el corazón de Lukas era un frenético tamborileo contra sus costillas, el ardor de los celos chamuscando todo pensamiento racional. Su oído, pegado a la fría madera de la puerta, se tensaba en busca de cualquier sonido que pudiera romper su mundo.
Cada momento que pasaba era una eternidad, y las ganas de traspasar la barrera se hacían insoportables. “Ella no puede acostarse con Armando”, se dijo negándose a que la mujer de la que se había ……
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