Sienna Roy:
Estaba terminando de hacer mis pendientes de la universidad, cuando el sonido de un mensaje en mi móvil, me saco de mi estado de concentración.
Alargue mi mano en la superficie de mi escritorio y lo alcance, observando inmediatamente la pantalla. Al ver de quién se trataba, una gran sonrisa se formó en mis labios, era de Jeisson, mi novio.
Lo había conocido en mi primer año de universidad, más exactamente, el año pasado en la charla de orientación para nuevos estudiantes. Nos hicimos amigos y la conexión que surgió entre nosotros no tardo en convertirse en algo más. Día a día nuestra relación se hacía cada vez más fuerte y esto solo era una confirmación de lo que esto significaba. Estaba segura de que lo amaba.
Emocionada por este pensamiento, desbloqueé la pantalla con ilusión y abrí rápidamente el mensaje de texto que me envió.
"Preciosa, estoy solo en casa. ¿Quieres venir? Te extraño mucho".
Fruncí mi ceño, él jamás me llamaba preciosa. Solo lo haría por mi nombre o simplemente me llamaría amor, pero no le di mucha importancia.
Solo podía pensar en su mensaje, en su propuesta.
Jeisson no era tan directo en cuanto a estos temas se refería, era más romántico y más respetuoso. Como sea, me gustaba este nuevo giro, ya me hacía falta liberarme un poco del estrés que traía encima.
Había tenido un semestre muy agotador y que mejor forma de relajarme. Me hacían falta sus besos y sus tiernas caricias. Aunque no era como si me hubiese acostado con él. Aún esperaba el momento indicado para perder mi virginidad.
No lo sé, simplemente quería que fuera especial.
Me levanté de mi silla de escritorio, para luego dirigirme hacia mi closet. Desde donde abrí las puertas y mis manos inmediatamente se deslizaron entre las perchas, apartando mis prendas con rapidez. Saque un vestido y lo observe por un momento antes de lanzarlo a la cama. Luego tome una blusa, una falda, un par de jeans y en pocos segundos, arme un pequeño caos en mi habitación. Como sea, necesitaba encontrar el outfit indicado.
Después de tanto pensar, me decidí por una camisa verde bosque que hacía que mi cabello rubio y mis ojos azules, resaltaran. Está de seguro, le encantaría a Jeisson.
Dejando esto a un lado, rodeé mi cama y me dirigí hacia mi cuarto de baño. Me desnud* rápidamente para luego entrar en la bañera. Abrí la ducha y comenzó mi ritual tan necesario para verme bella.
Una hora después, estaba lista. Observándome en el espejo, aceptaba que me veía hermosa. Mi camisa verde, tenía un escote bandeja que dejaba al descubierto la piel bronceada de mis hombros y acunaba perfectamente mis pechos abultados.
Combiné todo el conjunto con unos jeans claros que abrazaban mis caderas voluminosas y unas bailarinas negras. Deje mis ondas rubias caer sobre mis hombros y para el maquillaje, solo me aplique una pequeña cantidad de gloss en mis labios que realzaría mi belleza.
Teniendo todo listo, tomé mi bolso pequeño y me dispuse a salir de mi habitación. Bajando rápido las escaleras, escuche el inconfundible sonido de utensilios siendo removidos en la cocina. Me acerqué inmediatamente y encontré a mi madre batallando con el lavavajillas automático.
Pensé acercarme y darle un pequeño susto. Pero en el último momento, ella se dio la vuelta y me observo con ojos sorprendidos, brinco en su lugar y se puso una mano en el pecho.
—¡Sienna! ¡Dios, me has asustado! —Exclamo mi querida madre como toda una actriz de Hollywood.
Solté una pequeña risita burlona y me acerqué, rodeando con mis brazos su espalda baja. —¿Tan fea soy? —Le pregunté observando sus ojos color miel, tan distintos a los míos.
Cualquiera diría que era adoptada, pero sabía mejor que solo herede los genes de papá, o al menos eso me dijo mi madre. La verdad es que nunca lo conocí, él decidió no estar en mi vida.
Pero dejando eso aún lado, porque era mejor no recordar cosas dolorosas, regrese al momento presente.
Mi madre tomó mi rostro entre sus manos y negó con una sonrisa llena de ternura. —Por supuesto que no, eres hermosa, mi ángel. —Diciendo esto, junto la punta de su nariz con la mía y me dio un pequeño mimo.
Me encantaba cuando lo hacía y por supuesto no me avergonzaría. Muchas chicas no tenían esta clase de suerte y yo era del millón que sí. Tenía a mi madre justo a mi lado, así que no podía estar más agradecida con el creador.
Ella era, simplemente, la mejor mamá del mundo.
—¿Saldrás? —Me pregunto observándome de arriba abajo, para luego darme esa sonrisa conocedora.
No pude evitar corresponder a su gesto, también le sonreí. —Jeisson me invito a ver una película en su casa. —La mentira piadosa salió fácilmente.
A mis diecinueve años, lo más inocente que había hecho era besarme con mi novio hasta el cansancio, pero como sea, no se lo diría a mi madre. No quería tener que escuchar de nuevo la charla de las abejas y las flores.
Sus ojos se estrecharon. —Solo ver películas. —Me señalo con el dedo—. No quiero sorpresas, Sienna.
Asentí con una sonrisa y le di un beso en su mejilla. —Adiós, mamá.
Sus manos permanecieron un poco más en mi rostro, pero luego me dejo ir. —Te amo mi niña y regresa temprano, por favor.
—También te amo —dije apartándome del todo.
Salí de la estancia y cuando ya estaba por llegar a la puerta de entrada, escuché sus últimas palabras.
—¡Dale mis saludos a Jeisson! —Grito desde la cocina—. ¡Dile que estoy vigilante, no quiero nietos antes de tiempo!
Rodé mis ojos y no deje de sonreír. —De acuerdo, mamá, nos vemos. —dije sin importancia. De todas formas, ser mamá no estaba en mis planes.
Saliendo al exterior, cerré la puerta de entrada con seguro, para luego bajar los tres escalones del porche. Inmediatamente, estuve en las calles, llenas de transeúntes y de autos. La noche cálida me saludo y me hizo sentir a gusto.
Llegando a la parada de autobuses de Washington Heights, me encontré rápidamente con un transporte. Sin esperar un segundo, subí tomando uno de los puestos del frente.
El bus no demoro en llenarse y arranco después de diez minutos de espera, conduciéndonos por las increíbles calles de Manhattan. El barrio donde vivía, estaba ubicado en el norte de este distrito y era una zona bastante movida, con muchos negocios, restaurantes y buenos accesos para transporte. Por esta razón mi madre lo había escogido, además de los bajos costos en alquiler.
Todo era muy bueno, pero no pude dejar de pensar que todo sería mejor si Jeisson fuera mi vecino. Deje escapar un pequeño suspiro, su casa estaba en el vecindario de Harlem, quedaba de diez a veinte minutos en bus. Pude haber hecho el recorrido a pie, pero como estábamos en verano, no quería llegar a su casa toda sudorosa y desaliñada.
Como sea, el bus se detuvo, sacándome de mis pensamientos. Bajé enseguida, para luego recorrer unas cuantas calles hasta llegar a mi destino. Una vez en su puerta, timbre y espere como diez minutos, pero nadie abría.
Impaciente por verlo, saque una llave de repuesto que sabía estaba debajo, de una de las macetas que su madre coloco en la entrada.
Jeisson me dijo dónde estaba solo por si acaso. Sonreí, además, no había contestado a su mensaje y esto sería una sorpresa.
Tomé la llave y en el proceso, la limpié para luego introducirla en el cerrojo. Entre y me sorprendí al ver que las luces de la primera planta, estaban todas apagadas y eso me pareció extraño. Decidí subir las escaleras pensando que tal vez se había quedado dormido. No era raro en él, como sea, lo aprovecharía, ya podía imaginarme despertándolo con miles de besos...
Detuve mis pensamientos románticos, cuando vi algunas prendas tiradas en el suelo. Estreche mi mirada y me acerque pensando que mis ojos me engañaban, pero descubrí que no. Lo primero que noté fue el sujetador rojo, seguí avanzando y luego vi unas bragas de encaje. Por último, una camisa azul oscuro de Jeisson, que recordaba bastante bien porque se la había regalado por su cumpleaños. Esta permanecía a los pies de su puerta cerrada.
Me cubrí la boca con una de mis manos y lágrimas se derramaron por mis mejillas. “Por favor Dios, que no sea lo que estoy pensando”, pero imposible no imaginarlo, cuando claramente se escuchaban los gemidos desde el interior.
Mi mano tomó el pomo de la puerta, abriéndola despacio y sin hacer ruido. Mis ojos escanearon la habitación y enseguida vi la escena que me dejo en shock. Por un momento no supe qué decir.
Jeisson, mi novio, estaba de espaldas a mí y de rodillas en su cama, embistiendo por detrás a una mujer de cabello rojizo.
—¡Qué rico, nena! —Gruño Jeisson golpeando su trasero con una de sus palmas—. ¡Mueve ese cul* para mí!
—¡Ah, sí! ¡Más rápido, Jeisson! —Gimió, la pelirroja.
Ella... Ella era Ava una de mis mejores amigas.
Sin poder retenerlo, un sollozo salió de mí y un sentimiento de puro dolor y traición, me golpeo en lo profundo de mi ser.
—¡Jeisson! —Lo llamé entre lágrimas.
Él se detuvo y me miro por encima de su hombro. Sus ojos grises, los que había dicho que amaba, se abrieron sorprendidos.
—Sienna. —Él se levantó rápidamente, así como estaba, completamente desn*do y se cubre su hombría con ambas manos. Mientras que la traidora de Ava, se da la vuelta y se tapa con una de sus sábanas.
—Jeisson... ¡Cómo pudieron hacerme eso! —Les grito a ambos.
Él intenta acercarse a mí, pero me hago a un lado. —¡No me toques con tus asquerosas manos! — dije con furia—. ¿Para esto me hiciste venir, para que los viera? ¿Esta fue tu forma de terminar conmigo?
Jeisson niega confundido e intenta hablar, pero yo se lo impido. Levanté mi mano y señalé a Ava. —Y tú, creí que eras mi amiga. ¡Eres una perra!
Ava no pestañeo, ni siquiera vi un gramo de culpa en su expresión. —Perdóname Sienna, pero debes entender que Jeisson y yo nos amamos desde hace mucho.
Negué, esto era increíble. ¿Desde cuándo estaba pasando esto? ¿Lo sabrían los demás?
—¡Cállate! —Le grito Jeisson a esa perra traidora para luego observarme con esos ojos de perro desesperado—. ¡Déjame explicártelo, Sienna!
Él se acercó tomándome del brazo, pero me zafé enseguida de su agarre y me alejé un paso. —¡Sienna, por favor, yo te amo!
¿Amarme? Si esto era el amor, jamás quería volver a experimentarlo.
Sin pensarlo dos veces, levanté mi mano y le di una fuerte cachetada. —¡Te odio, Jeisson! —Le grité poniendo en estas palabras todo lo que sentía—. ¡Tú y yo terminamos, y no te vuelvas a acercar a mí!
Me di la vuelta y salí de allí, bajando rápidamente las escaleras. Por supuesto, Jeisson me siguió, pero se detuvo en un punto, estaba desn*do y no dejaría que los vecinos lo vieran así.
Esto no le impidió llamarme, pero a pesar de sus gritos suplicantes, salí corriendo de esa casa y de ese vecindario.
Lágrimas nublaban mi visión y el dolor era demasiado, casi hasta el punto de dejarme sin respiración. Me detuve y aspiré aire en mis pulmones, tratando de calmarme, pero parecía imposible, mi corazón estaba roto.
Miré a mi alrededor y me encontré sola en medio de un parque. No podía quedarme aquí y tampoco podía regresar a mi casa, así que me dirigí al único lugar donde encontraría un poco de paz. Como sea, quería olvidarlo todo.
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