En su departamento, Claribel estaba en penumbra, con las cortinas cerradas y una atmósfera cargada que reflejaba su estado de ánimo. Sentada en uno de los sillones del lujoso salón, sostenía una copa de vino tinto en la mano, mientras su mirada se perdía en las sombras. Los últimos días habían sido un torbellino de emociones, pero había una que dominaba sobre todas: la rabia.
Marcus le había pedido el divorcio. Las palabras aún resonaban en su mente como un eco insoportable. No podía aceptar que, después de todo lo que había construido, él estuviera dispuesto a tirarlo todo por la borda. Y peor aún, por alguien como Avy. Una mujer que no era más que un obstáculo, una intrusa en la vida que Claribel había planeado a la perfección.
—Esto no va a quedar así —murmuró para sí misma, apretando con……
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