Las bostonianas
"Las bostonianas", publicada en 1886, se considera una de las mejores obras de Henry James, lo cual no es baladí teniendo en cuenta la enorme producción del escritor estadounidense. Para los amantes de la literatura que disfrutamos con los distintos niveles de lectura que ofrece toda obra maestra, "Las bostonianas" es puro deleite; para los que, además, nos gusta descubrir las complicaciones técnicas y las complejidades argumentales a los que se ha tenido que enfrentar el autor y las diversas soluciones que ha encontrado, esta novela es un festín. Esta novela se centra en las peripecias de dos mujeres, habitantes de la ciudad a la que hace referencia el título, que se dedican en cuerpo y alma a la causa naciente del feminismo político. La mayor, Olive Chancellor, es una estricta luchadora que no tiene otro objetivo que reivindicar su causa hasta las últimas consecuencias; su pupila, Verena Tarrant, es una joven inocente con un vehemente don para la oratoria. En sus vidas se cruza Basil Ransom, primo lejano de la primera que, procedente del recién derrotado Sur, arriba a la próspera Boston para tratar de abrirse camino como hombre de leyes. Como es obvio, la concepción tradicional del rol de la mujer que tiene el joven chocará muy pronto de forma brutal con las ideas de su prima; sin embargo, la opinión de Verena sobre el sureño no será tan crítica…A través de esta historia el autor deja un minucioso testimonio de un tiempo en donde aparecían las primeras mujeres sufragistas, en la sociedad de Boston, a finales del siglo XIX. Su enorme poder para captar todos los vericuetos de la psicología de sus personajes y su tratamiento de los sentimientos entre mujeres son algunas de las grandes cualidades de esta novela. James consigue mostrar con su sutileza habitual la relación íntima de las dos mujeres, jugando con la posibilidad de un amor que se insinúa de manera muy velada.
Unfold
Volvió otra vez —siempre estaba volviendo de esa manera, como para hacer que me repitiera exageradamente— a una reinterpretación dentro del panorama americano. El observador, cual inversor afectuoso, debe gastar con osadía e ingenio para que rinda; a menudo recuerda el maravilloso suelo de California, que no es nada cuando se abandona a sí mismo……
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