Sol de enero
Sobre los campos agostados por el implacable sol de enero, la quietud de la siesta parecía haber fusilado a los habitantes del lugar. Sólo el zurrar monótono de las palomas torcazas ponía una nota melancólica sobre el paisaje. A unos quinientos metros de las casas, un derrame de verdor denunciaba la presencia de un arroyo. Como una cicatriz en la llanura, una serpenteante masa de árboles poblaba la cañada que excavaran las aguas.
Un grupo apretado de lacios sauces circundaba una pequeña depresión cubierta de tréboles que llegaba justo hasta la orilla y, a la sombra protectora de los árboles, acostados sobre una lona, se alcanzaba a divisar las figuras de un hombre y una mujer.
Si bien la definición del género los alcanzaba, sólo eran dos adolescentes. Miguel era un robusto muchachote de dieciocho años que, aficionado desde niño a los trabajos del campo, había desarrollado una musculatura fuera de lo común para su edad. Su estrecha relación con los rudos trabajadores de la estancia lo había madurado antes de tiempo y ya desde los catorce años frecuentaba el único burdel del pueblo, convirtiéndose en un aventajado alumno de las solícitas prostitutas, que no escatimaban esfuerzos para satisfacer al hijo del estanciero más poderoso de la zona.
Unfold
Luego y mientras ella meneaba conmovida sus caderas en una fingida actitud de rechazo que sin embargo no concretaba más que en repetidas negativas, volvió con la lengua al ano y tres dedos de su mano ahusada penetraron la v****a, sometiéndola a un enloquecedor vaivén que puso en su garganta incontrolables gemidos de satisfacción. Cuando menos……
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