—Margareth, buenas tardes.
—Archiduque —la mujer no movió sus ojos de la taza de té—. ¿A qué debo el placer de tu presencia? Estoy muy segura de que no tienes razones para estar aquí, mucho menos después de como me trataste hace tantos años.
—No estoy aquí por el placer de verte —aquello había tallado, pero Margareth sonrío.
—¿Qué quieres, Emmett?
—Vengo a cobrar una deuda —Margareth dio una carcajada más sarcástica de lo que hubiese pensado hacer, pero sobre todo, una que nada tenía que ver con sus modales.
—La deuda que tengo no es contigo —Margareth se había molestado.
—Lo sé, la deuda es con mi difunta esposa y mi hija.
—¿Entonces? ¿Qué buscas conmigo? No tengo nada para ofrecerte.
—Es por Lisbeth que estoy aquí.
Emmett, acababa de pronunciar las palabras mágicas para obtener toda la atenció……
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