Narrador:
Al día siguiente.
Nicolás Alarcón entró en la mansión, su mente ardiendo con la inminente conversación que debía tener con Aurora. Nervioso, sí, pero decidido, sentía la urgencia de lo que debía confesarle.
Mientras avanzaba por el pasillo de la planta baja, el sonido de una voz severa lo detuvo en seco. Era Rosa, la ama de llaves, reprendiendo a alguien. El ceño de Nicolás se frunció mientras una ola de coraje lo impulsaba a acercarse. Lo sabía sin necesidad de verlo: la víctima era Aurora.
Allí estaba ella, con la cabeza baja, las manos entrelazadas, soportando la reprimenda de Rosa como tantas veces antes.
—¡Otra vez! —rugió la mujer su voz destilando desdén—. Te lo he dicho mil veces, quiero esas ventanas impecables. ¡Mira lo que has hecho! Rayas por todas partes, como s……
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