La madre de Sara repitió el mismo incidente en el baño. Exactamente como si se tratara de un ritual de magia. Sara estaba pensando en mudarse. Tal vez la casa estaba enbrujada...
No podía dejar de pensar en Rogerm en sus cálidas manos y en sus labios...Atendió a su madre de nuevo y se fue a su habitación. Esa noche soñó con Roger pero no tenía su mismo rostro sino otro muy diferente y lo veía alado, jajaja como un angel o algo similar.
Definitivamente esta casa está embrujada, pensó ella. Comenzó a leer sobre sucesos extraños en casas embrujadas
A casi todos nos encanta un buen misterio, pero pocos son los que se ofrecerían voluntarios para ofrecerse como tributos para vivir según qué cosas en sus propias carnes. Ahora bien, existen; locos a los que les encantaría la oportunidad de pasar una noche en una casa encantada, por ejemplo. A otros, por el contrario, no les haría ni pizca de gracia; mucho menos que alguien les engañe para comprar una casa que podría estar embrujada. Bien, pues gracias a una sentencia sin precedentes, ya no se puede engañar a nadie para que compre una casa que se rumorea que está encantada. Porque una cosa es adentrarse en lo paranormal como hobbie, pero otra muy distinta es que te timen para que te conviertas en compañero de piso de un fantasma.
La casa "embrujada" de Nyack es famosa entre los amantes de lo paranormal.
Es precisamente lo que les pasó a una pareja norteamericana, Patrice y Jeffrey Stambovsky, que se compraron una casa en Nyack, Nueva York, sin que nadie les comentara un pequeño, pero a la vez crucial detalle: la casa estaba embrujada. Su dueña anterior, Helen Ackley, estaba convencida que había fantasmas por el edificio, pero no se le ocurrió mencionarlo a los nuevos compradores para no perder la venta. Como resultado, los Stambovsky demandaron a la dueña anterior de la propiedad y el caso sentó un precedente: conocido como la “sentencia Cazafantasmas”, el juez declaró que la casa estaba “legalmente embrujada”, y que su estado paranormal debería formar parte de las condiciones para cualquiera de sus futuras ventas. Pero, ¿cómo se llegó hasta esa sentencia?
Los Stambovsky no tenían ni idea de la posibilidad de que pudiese existir algo paranormal, pero era algo de sobra conocido en Nyack. Inquilinos anteriores habían denunciado la existencia de los fantasmas, con declaraciones recogidas en diferentes medios a nivel nacional. Es más, los Ackley, que vivían en la casa desde que se mudaron en 1977, habrían sido unos de los que habrían jurado que en la casa existía al menos un fantasma, que habría permanecido en la casa desde la década de los 60. Se trata de Sir George y su mujer, Lady Margaret, una pareja que habría muerto en el Reino Unido en 1750; o al menos es lo que confirmó una vidente contratada por los Ackley en un intento de comunicarse con ellos.
El hijo de Helen Ackley también habría confirmado la existencia de un tercer fantasma, un militar de la Guerra de Secesión, con el cuál habría tenido un “encuentro” frente a frente. Según la propia Helen Ackley, los fantasmas se dedicaban a tener conversaciones en habitaciones vacías, cerrar las puertas con violencia, mover muebles… pero les obsequiaban regalos a la familia. Sin embargo, algo cambió con el paso de los años, hasta el punto que Ackley creía que la muerte prematura de su marido se había debido a la existencia de los fantasmas.
Cuando decidió vender, Helen Ackley decidió callarse los detalles paranormales al respecto de la casa, sabiendo que, dada su fama, sería imposible venderla. Solo cuando los Stambovsky pagaron la señal para comprar la propiedad se comenzaron a comentar detalles sobre la supuesta existencia de los fantasmas.
Fue en ese momento cuando la pareja decidió denunciar a los anteriores propietarios por omisión de información. El Tribunal Supremo de Nueva York declaró a favor de los compradores, y se determinó que estaba “embrujada” ante la imposibilidad de probar que la casa estaba encantada con una simple inspección, pero teniendo en cuenta la reputación y lo que se dijo de la propiedad con el paso de los años.
Lo curioso es que, tras la sentencia, los Ackley recibieron decenas de llamadas de compradores interesados en hacerse con la casa encantada, incluidos mentalistas o fans de lo paranormal. Al final, Helen Ackley fueron capaces de vender la propiedad en 1991 por casi dos millones de dólares, lo que es un precio bastante más alto que cualquiera de las propiedades de la zona. Sin embargo, ahora podría haber otro “inquilino” en la casa: Helen Ackley falleció en 2003, y sus familiares están convencidos de que su fantasma permanece en la propiedad.
Todo es tan extraño. Roger también lo es... ¿Qué pretende con ese negocio? ¿Es amor lo que está de por medio?
Sara decidió tocar su guitarra para desestresarse. ¡De repente su brazalete completamente cerrado, quedó detrás de las cuerdas de su guitarra! Tuvo qie pedir ayuda a su amiga Nelia para sacar todas las cuerdas.
Después del incidente comenzó a leer temas afines a la música y eventos extraños. Robert Johnson pasó por la vida como una sombra. Se desconoce su fecha de nacimiento, se desconoce la causa de su muerte (parece probable un asesinato con veneno), y quienes le trataron le recordaban como alguien fugaz, huidizo, sonriente, carente de amigos, en un continuo viaje. En palabras de Martin Scorsese, uno de sus devotos: "Robert Johnson sólo existió en sus discos, fue pura leyenda".
Hay tres lápidas dedicadas a Johnson sobre tres supuestas tumbas. No parece que ninguna sea auténtica
Muchos biógrafos y músicos han trabajado durante años para desenterrar algunos datos. La hermanastra Carrie creía recordar que su madre le había dicho que Robert nació el 8 de mayo de 1911 en Hazlehurst, Misisipi. Es posible, pero no existen registros. Dicen que el padre de Robert abandonó a la familia porque un grupo de terratenientes blancos le perseguía para lincharlo. Sí se sabe que en 1929, con 18 años, se casó con Virginia Travis, y que Virginia murió al año siguiente mientras paría.
El músico de blues Son House trató a Robert Johnson en esa época desgraciada, y le recordaba como un guitarrista pésimo, carente del más mínimo talento. Son House contaba que Robert Johnson desapareció durante unos meses, y que volvió convertido en un maestro supremo de la guitarra. Ahí comenzó la leyenda del diablo, de la que el propio Johnson habló alguna vez. Decía que, en efecto, había vendido su alma. Seis de sus canciones hablaban del diablo.
Investigaciones posteriores indican que House no tardó unos meses, sino casi dos años, en rencontrarse con Johnson. En cualquier caso, Robert Johnson aprendió a tocar, cantar y componer ya adulto y en muy poco tiempo. Atención, no estamos hablando de niveles normales. Hablamos del mejor bluesman de todos los tiempos. Hablamos del compositor de Love in vain. Hablamos de un hombre que sólo dejó dos sesiones de grabación y hoy es considerado uno de los mejores guitarristas de la historia. Cuando los Rolling Stones hicieron una versión de Love in vain para el disco Let it bleed, Keith Richards se negó a interpretarla como blues para no incurrir en sacrilegio.
En noviembre de 1936, Robert Johnson grabó varias canciones en San Antonio (Texas). Entre ellas, Crossroad blues (El blues de la encrucijada). Si la escuchan ("Fui a la encrucijada y caí de rodillas, pedí al Señor, ten piedad, salva, por favor, al pobre Bob") creerán que, en efecto, Johnson sufrió una experiencia terrible en un cruce de caminos, porque en su voz se percibe un terror absoluto. Parece verosímil, y menos sobrenatural, que en una encrucijada hubiera corrido un serio peligro de linchamiento. Al año siguiente, en Dallas (Tejas), grabó otro puñado de canciones. Una de ellas era Love in vain, maravillosa, inmensamente triste.
Robert Johnson murió el 16 de agosto de 1938, a los 27 años, en un cruce de caminos, cerca de Greenwood (Misisipi). Todo hace pensar que fue envenenado. El músico Sonny Boy Williamson, que tocaba con él aquellos días, explicó que alguien puso estricnina en el whisky de Johnson por un lío de faldas. Hay tres lápidas en Greenwood dedicadas a Robert Johnson, sobre tres supuestas tumbas. No parece que ninguna sea auténtica. Se cree (al menos lo cree Sony, que edita sus grabaciones) que el guitarrista fue enterrado bajo un árbol, sin lápida ni cruz, al lado del cruce de caminos.
En su canción Yo y el diablo, Robert Johnson decía: "Enterrad mi cuerpo junto a la carretera, para que mi viejo y malvado espíritu pueda subirse a un autobús de la Greyhound y viajar".
El cruce de las carreteras 61 y 49 en Clarksdale (Misisipi), donde se supone que el diablo afinó la guitarra de Johnson, se ha convertido en lugar de peregrinación.
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