Antonella entraba por las puertas de mi oficina con un paso firme, sus tacones como siempre de más de 10 centímetros y su actitud también como siempre, d*******e y sensual. Esa mujer era una bomba de tiempo que estallaba en las manos de cualquier hombre.
Sus ojos eran tan d*******e como hermosos, pero su mirada era fría y calculadora, tal vez más que yo y eso la hacía tan buena en los negocios, venía desde el otro lado del mundo para trabajar conmigo porque era de las mejores y yo solo trabajaba con las mejores.
El sexo con ella era salvaje y fuerte, era eso sexo, tomaba lo que quería de ella y ella tomaba de mi tanto como deseaba. Era sexo desenfrenado y los disfrutaba mucho cada vez que ella estaba en Italia, las noches eran interminables.
—Es difícil conseguir tenerte para mi solo —cerr……
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