Ayudaba a vestir a su hermana quien tenía el rostro hinchado de tanto que había llorado durante toda la noche, a Patricia le daba tristeza ver a su hermana en esa situación, le gustaría tanto poder librarla de ese matrimonio no deseado, pero temía a su padre y más a su madrastra.
Ellos la aceptaron venderla como si fuera un ganado, porque Aston Bugg, se encaprichó de su hermana apenas verla y prometió financiar la empresa de textiles de su padre a cambio de casarse con Aurora.
Patricia respiró profundo y decidió que no podía dejar que su hermana destruyera su vida, caminó hasta su cartera, sacó todo el dinero en efectivo que tenía e incluso le dio su tarjeta de débito, ella trabajaba desde hace mucho tiempo, desde los quince había sido independiente, por eso ahora a los veintidós años, no necesitaba de sus padres para mantenerse, quizás por esa razón ellos no podían ejercer ningún chantaje sobre ella.
Patricia amaba a su hermana y la quería con locura, no sabía cómo se las arreglaría para que no se casara con Aston Bugg, pero ella la apoyaría en todo momento, no le importaba provocar el enfado del hombre, ella sería fuerte para ayudarla y protegerla.
Se acercó a su hermana y aun temiendo las consecuencias que esa decisión le acarreaba, la tocó por el hombro y le entregó el dinero y la tarjeta.
—Si no deseas casarte con Aston, entonces coge este dinero y huye, vete lejos, donde nadie te pueda encontrar —le dijo, sintiendo su corazón un poco abatido.
Aurora quedó viendo su mano con una mezcla de miedo, sorpresa, incredulidad.
—Pero ¿Cómo así? —preguntó la chica sin entender lo que Patricia le quería decir.
—Lo que escuchas, si no quieres casarte con Aston, toma ese dinero y huye, ve lejos donde nadie pueda ir por ti —le dijo con una sonrisa.
—¿Y tú? ¿Por qué no vienes conmigo? —interrogó Aurora con un poco de temor porque no quería dejarla sola, le daba miedo que sus padres arremetieran contra ella, incluso Aston, lo llamaban “El despiadado”, porque no había nada que lo conmoviera, era un hombre de mal carácter, que daba la impresión de odiar a todos quienes lo rodeaban.
—Me quedaré, yo daré la cara por ti, solo escribe una nota para dársela a Aston cuando llegue el momento de que vayas a la iglesia —pronunció sin titubeo, ni un ápice de duda se notaba en su voz.
Aurora la vio tan segura, que quiso explicarle.
—Él no es un hombre bueno, temo que sea capaz de hacerte daño, si eso pasa no me lo perdonaría.
—No te preocupes, no temas, sé muy bien defenderme, alguien debe darle un parado a ese hombre, ve y se feliz, yo me haré cargo, no tienes nada que temer —abrazó a su hermana y por un momento, se quedaron abrazadas, un leve sollozo salió de los labios de Patricia, se separaron y se vieron a los ojos en silencio. Esa mirada le dio a Aurora la seguridad que necesitaba, por eso enseguida comenzó a quitarse el vestido.
—Creo que lo mejor será que me ponga una ropa tuya y use tus cosas, así cuando esté huyendo nadie sospechara que soy yo —propuso Aurora sintiéndose emocionada de poder escapar.
—Me parece bien, y yo puedo colocarme tu vestido de novia, con todo y velo, de manera que todos crean que estás allí, mientras huyes, incluso caminaré con mi padre hacia el altar haciéndome pasar por ti y cuando ya el matrimonio se vaya a celebrar digo la verdad ¿No te parece una idea genial? —interrogó Patricia Feliz.
—Es maravillosa, solo espero que todo salga bien, nunca te olvides que te quiero.
Aurora se cambió rápido, escribió la nota con celeridad y salió corriendo por la puerta, dejando a Patricia con la difícil tarea de enfrentar al novio y a sus padres.
Patricia se colocó el vestido de novia de Aurora y sus objetos personales, para su buena suerte ambas eran de la misma talla, aunque ella era un poco más baja a su hermana, hizo un gran trabajo, recogió su cabello con una cinta y encima se colocó el velo, como llevaba zapatos altos, nadie notaría la diferencia de estatura entre su hermana y ella.
Salió de la habitación con paso firme, justo en el momento que su madre estaba subiendo por las escaleras.
«Vamos Patricia, debes mantener tu boca cerrada para que tu madrastra no se dé cuenta de que no eres Aurora», se dijo mentalmente.
—¿Ya estás lista hija? —interrogó cariñosamente la mujer.
Ella asintió con la cabeza, sin emitir ninguna palabra, lo cual sería una tarea difícil porque ella era muy parlanchina.
—Sé que no quieres hablar, sé que estás molesta con tu padre y conmigo, pero ya te darás cuenta que esto es lo mejor para nuestra familia y para ti… Aston es un hombre con mucho dinero, no te faltará nada. Ya verás que esta es la mejor decisión. Por cierto ¿Dónde está la estúpida de tu hermana? No quiero que te relaciones con ella, ahora tú eres una mujer casada, esposa del hombre más rico del país, en cambio ella es una imbécil con complejo de justiciera.
» Se que la quieres mucho, y la defiendes, por eso te voy a advertir que tengo planes para ella, voy a obligar a tu padre para que la case con William Smith —expresó con una sonrisa.
Mientras ella hablaba Patricia trataba de contener su enojo.
«¡Esta vieja desgraciada! ¿Cómo puede ser tan perversa? Querer casarme con un viejo que puede ser mi abuelo, menos mal que no va a poder salirse con la suya, porque cuando sepa que Aurora huyó, le va a dar un sincope», dijo la chica en su interior sintiéndose feliz por desbaratar los planes de la vieja cacatúa.
Unos pasos se escucharon en la escalera, era su padre, su semblante era un poco triste, lo que la alivió porque eso significaba que sentía remordimiento por casar a su hermana con ese hombre.
—¡Ay hija! Siento mucho hacerte esto, no tengo otra opción es esto e ir a la cárcel, a mi no me importaría caer en la ruina, pero la cárcel, yo nunca podría soportarlo… además —el hombre hizo una pausa y confesó—. Tengo cáncer en etapa cuatro y los médicos solo me dieron… seis meses de vida.
La noticia dejó a la chica por completo impactada, se sintió débil, culpable, tan vacía que no sabía cómo reaccionar, por leves segundos se responsabilizó a ella misma de todo lo que estaba pasando a su familia, pero aun así, ella trató de ser la mejor hija, la más obediente y nunca tomo decisiones que pudieran dañar a su familia, por eso ahora no podía quitarse esa sensación de culpa mientras se decía en su interior «Lo siento tanto papá, debí haber venido antes». Murmuró la rubia, sin poder alejar esa sensación de tristeza en ella, y ahora más porque temía las consecuencias que esa decisión que acababa de tomar tuviera contra su padre.
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