Luke Moore, revisó el último expediente relacionado con la contratación realizada con una empresa de telecomunicaciones en Italia. Se apretó los ojos, pues los sentía arenosos por haber estado más de doce horas expuesto al computador, se aflojó la corbata y el cuello de la camisa en un gesto de impacienci, extendió su vista hacía su celular pues lo dejó en modo vibrar mientras trabajaba y tenía más de diez mil mensajes de Wh4tsapp, ni loco leería todo eso, vació los chats de los grupos y luego revisó las llamadas perdidas casi un centenar.
Suspiró con impotencia, se sentía agotado, pero encontraría la forma de liberar el estrés y reponer energía y la mejor forma era pasando una maravillosa noche con una chica, o quizá dos, se sonrió con picardía de solo imaginarse la escena.
Como si el destino estuviese avalando sus planes o jugando a su favor, lo llamó Melissa una de las hijas de la familia Walker, el magnate de la industria farmacéutica del país.Con ella había estado unas cuantas veces, continuamente lo perseguía hasta le prometió no celarlo, e incluso compartirlo con tal de profundizar su relación. Sin embargo, él no estaba interesado, no deseaba un compromiso y en definitiva le huía como a la peste. Casarse y tener una familia, no estaba dentro de sus planes.
—Aló —respondió en un tono perezoso, aunque con voz ronca.
“—Luke mi amor, necesito verte, no me sigas ignorando, pasemos esta noche juntos”
Expresó la voz de la mujer al otro lado de la línea, era una chica caprichosa, le gustaba siempre salirse con la suya, el único capricho que aún no se daba y tampoco creía que lograría, era tenerlo a él como esposo. Se la imaginó haciendo un puchero con sus labios, no pudo evitar la erección en su pantalón. “¡Diablos!” Se dijo mentalmente sintiéndose caliente, necesitaba una mujer urgente, pues se sentía demasiado acalorado.
—Mel, pese a resultar bastante tentadora tu propuesta, yo necesito emociones fuertes y tú sola no puedes dármelas, sabes que tengo un apetito voraz en cuestiones de sexo —señaló con prepotencia.
“—Lo sé, no obstante, mi propuesta sigue en pie" hizo una pausa y se escuchó un murmullo de voces a otro lado de la línea. Y en su oficina vio a su secretaria entrar, luego de tocar la puerta para llevarle un vaso de agua. Lo tomó de inmediato sin verla, mientras seguía escuchando la voz al otro lado de la línea.
“—Para demostrarte que mis intenciones son serias, hoy pienso compartirte con mi hermana” —apenas escuchó lo dicho por la mujer, terminó escupiendo el trago de agua que se tomó en el vaso.
—¡Estás loca! —ante sus palabras la secretaria palideció.
—Disculpe señor Moore —pronunció la mujer con voz dulce.
Él aún no salía de su asombro, por ello de inmediato respondió.
—¡No es contigo! —la otra chica le habló al otro lado del teléfono, al mismo tiempo que la secretaria hablaba y su mente fue una confusión al imaginarse la escena de las dos rubias en la cama, ambas estaban demasiado buenas, tan solo imaginar ese par de mujeres, enloquecía, esa era uno de sus fantasías. Tener sex0 con un par de gemelas —diablos, Mel contigo si y Samantha no estoy hablando contigo.
Extendió la vista a su secretaria e hizo una mueca de disgusto, si no fuera tan inteligente, no la habría contratado.
Hablaba más de cinco idiomas, sabía de contabilidad, manejaba numerosos programas de computación, tenía una capacidad asombrosa para escribir, pero era horrible, con solo mirarla, bajaba cualquier rastro de excitación en su cuerpo.
Tenía el cabello castaño oscuro, casi rojizo, aunque no se divisaba bien porque siempre lo cargaba en un horroroso moño. Recogía, el cabello en un peinado en forma de cebolla; el color de sus ojos no era notorio, porque cargaba unos gigantes lentes cul0s de botellas, de postura negra y gruesa, más anticuados a los usados por su abuelo, su talla de ropa era como dos veces el de su medida, por lo cual ninguna línea de su cuerpo era visible, además de largos hasta los tobillos, “¡Mierd@ que fea es! Cuando pidieron salir a los feos, la condenada ya estaba parada de primera en la fila”, pensó sin poder evitar sonreír.
—Por favor, Samantha, ¡Sal de aquí! —. Su voz fue más dura de lo que había calculado la chica palideció por lo cual intentó calmarla —. No te preocupes, estoy en una conversación demasiado importante.
Sintió alivio al verla salir de su oficina, porque ver a su secretaria, debía contarse como contaminación visual, tal vez por eso no era extraño sufrir continuamente de dolor en los ojos, por estar constantemente viendo a semejante esperpento. Respiró profundo y siguió conversando con Melissa al teléfono.
“—Al fin me atiendes, no puedo creer que prestes más atención a ese adefesio que a mí, soy mucho más hermosa que ella y con mi hermana, tendrás dos beldades complaciéndote”
Definitivamente eran hermosas, mas el mundo no podía ser perfecto, pensó, ellas tal vez eran las mujeres más lindas del país, aunque no tenían ni un cinco por ciento de la inteligencia de Samantha, mientras esta no tenía ni el 1 % de la belleza de las gemelas, sin embargo, a la condenada, la habían premiado con creces, llevándose toda la inteligencia, pues tenía un coeficiente intelectual incluso por encima del suyo, debía reconocerlo con desagrado.
—Acepto Melissa, nos vemos en uno de mis yates en Venice Beach en una hora, espero no me estés mintiendo y lleves contigo a la hermosa Máxine —manifestó eufórico, sintiendo su cuerpo arder de la anticipación.
Apagó su computador, ya eran las diez de la noche, recogió su saco, caminó con grandes zancadas por su lujoso despacho y salió a la antesala, su asistente se había ido, solo quedaba encendidas las luces de la oficina de Samantha.
—Señor, ¿Ya se va? Disculpe ¿Podría darme un aventón hasta la estación del metro de Los Ángeles? —preguntó la chica.
Normalmente cuando se les hacía tarde, él terminaba llevándola a la estación, sin embargo, ese día no estaba dispuesto a hacerlo, tenía una cita que no podía postergar.
—Samantha, lo siento, hoy no te llevaré, tengo una reunión de negocios importante y no puedo desviarme, pues me están esperando —Mintió, mientras ella lo miraba como si pudiera atravesar su cabeza y esculcar en su cerebro, se puso un poco nervioso con la intensidad de su mirada —, te daré para que te vayas en un taxi hasta tu casa —sacó su cartera y le dio dos billetes de quinientos dólares— ¿Te alcanza? —preguntó.
Samantha lo veía sorprendida “¡Necio! Con esto podría comprarme hasta un boleto aéreo a cualquier parte del país y hasta dinero me queda, lo que tienes de hermoso también lo tienes de idiota”, pensó la chica con un suspiro.
—Sí señor, me alcanza lo justo —Mintió, pensando que él la creía una tonta, pero ella sabía que le estaba sacando el cuerpo porque se reuniría con Melissa.
“Pobrecito, no sabe la sorpresa que le tengo preparada desde hace unos días y el momento ha llegado”, se dijo, caminó a su despacho y buscó su cartera y un morral, se sonrió con satisfacción de imaginar los titulares.
*****
Luke se sintió aliviado y satisfecho consigo mismo, porque tuvo la agilidad para desechar la idea de llevar a Samantha, sin hacerla sospechar. Se subió corriendo al ascensor privado, evitando que la mujer lo hiciera con él, al llegar al estacionamiento del sótano, saludó a los guardias de seguridad y se montó en su auto, condujo a la máxima velocidad permitida y llegó a la playa donde tenía atracado su lujoso yate un Topaz, de ocho cubiertas, conectadas a través de un elevador, con acceso a un helicóptero y las plataformas de natación.
Cuando abordó el yate, la música ya ambientaba el lugar, y un número importante de mujeres bailaban en una de las cubiertas, con sus vestidos sexys, vio a su amigo Brandon, entretenido con dos lindas castañas.
—Amigo, por fin llegas —habló su amigo, extendiendo su mano para saludarlo —. Te están esperando esas bellezas en tu camerino ¡Por Dios Luke! Esas mujeres son dinamita pura, se ven espectaculares, hoy mismo te llevarán al cielo y al infierno, una atrevida y la otra tímida, para mí es una fachada, esas deben ser un par de diablas. Anda y me cuentas con detalles, viviré ese momento a través de tus palabras.
Sonrió ante lo dicho por su amigo y caminó a su camarote, al abrirlo, las luces estaban tenue, los pétalos de rosa esparcidos en el piso hasta llegar a la cama, donde estaban acostadas a la espera, las gemelas rubias, ambas vestidas con unas sexys combinaciones, una de rojo y la otra de blanco.
Inmediatamente, al ver a las voluptuosas chicas, su amiguito se irguió orgulloso y comenzó a palpitar dentro de su pantalón, sin pérdida de tiempo, se quitó la ropa, casi arrancándola de su cuerpo, quedando su metro ochenta y cinco de músculos por completo visible, luciendo entre sus piernas su duro, grueso y largo mástil, cuando las mujeres lo vieron comenzaron a desnudarse también, él lo sostuvo, masturbándos3 por un momento, sus ojos grises color plomo, se oscurecieron a tal extremo de hacerlos casi n***o.
Se giró, sacó del bolsillo de su traje, cinco cajas de preservativos y caminó hasta la cama, enseguida las chicas salieron a su encuentro, una descendió hasta ubicarse en su erecto mi3mbr0 y comenzar a acariciarlo y la otra, llevó sus manos a sus pectorales, masajeándolos suavemente, mientras besaba sus labios.
Luke con una mano agarró el cabello de la que estaba a sus pies y con la otra apretó el p3zón de la otra y comenzó a vivir su mayor fantasía, era el hombre más feliz del mundo, pues estar con unas gemelas y que estas fueran las Walker, las mujeres más calientes de California, era el placer de cualquier hombre, se entregó a disfrutar de uno de los siete pecados capitales, la lujuria, sin imaginar la sorpresa que le tenía deparado el destino al día siguiente.
“Disfrute de los placeres presentes de tal manera que no dañe los futuros”. Séneca
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